Observaciones sobre la población del Reino de Chile. Consideraciones sobre la población del territorio y su crecimiento

 

 

Los pueblos abandonados a la impulsión de la naturaleza, caminan lentamente a su aumento, perfección y felicidad. Con el tiempo, una familia se hace una nación, la cultura sigue a la barbarie, la opulencia a la miseria. La agricultura aumenta las producciones de los campos, y a la abundancia sigue necesariamente el comercio y la industria. La benignidad del clima, la feracidad de los terrenos, aceleran este paso y desenvuelven más pronto las facultades de los hombres. Pero ¡de cuántos modos, y por cuántas causas fortuitas se altera y perturba este orden de la naturaleza! Los hombres estudian en contrariar y hacer resistencia a las intenciones de esta amorosa madre, y además de la guerra, enfermedades nuevas y terribles devastan las regiones que debían ser las más pobladas. Entre éstas colocamos justamente a las provincias de Chile, cuyo blando temperamento y pasmosa feracidad se conocen y celebran en todo el universo. Su clima (dice muy bien Robertson) es el más delicioso del Nuevo Mundo; apenas habrá en toda la superficie de la tierra otra región que le pueda igualar. Aunque confina con la zona tórrida, jamás siente los extremos del calor, defendiéndole por el oriente los Andes, y refrescándole por el poniente los vientesillos marítimos. A la benignidad del clima corresponde la fertilidad de la tierra, maravillosamente adaptada a todas las producciones de Europa. Los granos y los aceites acuden en Chile con la propia abundancia que en su terreno nativo. Allí las frutas de Europa vienen y maduran perfectamente... Ni se  discurra que la naturaleza ha sido profusa únicamente en la superficie de aquellas tierras, pues ha llenado sus entrañas de inmensas riquezas.

De todo esto debiera concluirse que el reino de Chile gozase de una población numerosísima y correspondiente a su extensión. No podemos afirmar que lo fuese alguna vez; bien sí, que fue muy considerable en los tiempos vecinos a la conquista. Afirma el Cabildo de Santiago en una carta fecha en 26 de Febrero del año de 1554, que en una hora se podían juntar en Arauco más de 200.000 hombres de pelea, añadiendo que no podían estar muy lejos unos de otros, pues estaban a pié. Pero, preguntando el señor Manzo al señor Obispo de Concepción Bermúdez, a cuánto ascenderían los naturales comprendidos desde el Biobío hasta las tierras australes, le responde que no pasan los hombres de armas de 25.000 y los habitantes de 125.000 y además, por los estados que hizo de los vutalmapus el Brigadier don Pedro del Río, sabemos que contienen 115.304 almas, y en ellas 19.839 lanzas.

 

Si ha sido grande la minoración de los indios, no han sido menores las causas que la han originado. Es la primera la guerra, en que han muerto centenares de miles, pues un solo gobernador dio muerte a 14.000. En guerra tan porfiada fueron también considerables nuestras pérdidas; se computa que nos han muerto 25.000 hombres. Esto no es mucho, pues se dieron en Chile tantas batallas que solo don Pedro Cortés se halló presente en 119 de ellas, como consta de una real cédula de 29 de Marzo de 1615. Es la segunda la enfermedad de viruelas, que asoló el reino a los 15 años de la llegada de los españoles; en ella, dice Quiroga, murieron las tres cuartas partes de los indios. De 12.000 que tenía en encomienda Pedro Olmos, solo le quedaron 100, y a Hernando de San Martín de 800 sólo le quedaron 80. Es la tercera las guerras intestinas de los indios, que llaman Malocas, en que se destruyen y talan sus tierras. En fin, la superstición, este azote horrible del género humano, inmola también entre ellos muchas víctimas. ¡Cosa increíble en un pueblo sin dioses y sin templos, sin sacerdotes y sin sacrificios, y que admite la existencia del Soberano Autor del Universo! ¿Quién no creyera que adorasen en paz y mansedumbre al Autor de la Naturaleza? Pero es entre ellos una preocupación antiquísima que ningún hombre de alguna comodidad muere naturalmente. Las muertes se atribuyen a los hechizos, y la muerte de uno es seguida de la de los pretendidos hechiceros y de toda su familia. Añadamos a estas causas de despoblación la forma de su gobierno, casi feudal y casi anárquico, y en que no hay leyes penales, abandonándose los juicios y castigos a la venganza de los particulares, y el no vivir reducidos a poblaciones, donde se prestan recíprocos auxilios y donde la policía establece la seguridad.

 

La disminución de los habitantes primitivos, la muerte de los nuevos pobladores debieron atrasar nuestra población. Estas pérdidas se van reparando, y habiendo cesado en gran parte las causas de devastación y atraso, sucediendo a la guerra una paz profunda, y libres de la terrible viruela por el beneficio inestimable de lavacuna, es de esperar que la población siga entre nosotros los progresos de las luces, de la agricultura, de la industria y de la política. Esta, indagando las causas físicas y morales de la decadencia, las separa y destruye con sabiduría, y llama y establece la felicidad pública. La población es siempre proporcional a esta felicidad. No se trata, decía un político, de multiplicar los hombres para que sean felices; basta hacerlos felices para que se multipliquen. Cuánto puede hacer un Estado tranquilo, ilustrado y próspero, produce por sí mismo el aumento de los ciudadanos. Mas esta grande obra no es de un día, ni de un año. La política imita a la naturaleza, que camina y llega a sus grandes fines con marcha lenta pero imperturbable. Un obstáculo que se remueve, un abuso que se destruye, un error que se confunde, una preocupación que se disipa, una fabrica que se establece, es un gran paso hacia el aumento de la población, y es con los tiempos de gran consecuencia. ¿Qué aumento recibe la agricultura, qué método ventajoso adopta, qué nuevo ramo de industria se introduce, que no prepare medios de subsistir a millares de familias? Las maquinas, que ahorran los brazos y los gastos, facilitan el trabajo y aceleran el auge de la población.

 

Cuando, pues, se haya logrado alguna parte de las benéficas miras de nuestro amable gobierno, lleno de proyectos de beneficencia y de ideas madres y varoniles para nuestro bien; cuando bajo su activo influjo salgan a luz los tesoros que yacen desconocidos en nuestro territorio; cuando por el estudio de la naturaleza, por la apertura de un museo de historia natural, y por los principios de metalurgia conozcamos los bienes que nos rodean y que hasta ahora hemos despreciado; cuando, comunicándose como un fuego eléctrico, el desinteresado patriotismo y amor público sea un vínculo de fraternidad firme y eterno, a quien se sacrifiquen todos los sentimientos y no haya más voluntad que trabajar por el bien de la patria, y se vea que unos multiplican los ramos de industria mejorando los instrumentos de los trabajos útiles, estudian y enseñan el manejo de las maquinas, introducen las artes que nos faltan y perfeccionan las que conocemos; otros penetran los senos de la tierra y sacan de sus íntimas entrañas los bienes que la Providencia depositó en ellas para nuestro alivio; cuando uno enseñe a aprovecharnos de los tesoros que tenemos en el mar, y otro emprenda un viaje a un punto aún no usado y aumente la circulación, y exportación de nuestras producciones, entonces logrará Chile la población y fuerza física de que es capaz.

Este reino es capaz de una población de más de doce millones, atendida su extensión y ventajas naturales, según el cálculo bien pensado y sencillo del jesuita don Joaquín de Villarreal en su proyecto de poblaciones aprobado por real cédula de 8 de Febrero de 1755.

 

Como esta obra es tan rara, agradara al público ver este pasaje de su manuscrito a la letra [9]: "El reino de Chile se divide políticamente en dos partes, la boreal, que ocupan los españoles, y la meridional, que ocupan los indios. La primera tiene norte sur doscientas, y cuarenta leguas desde los veinte y cinco hasta los treinta y siete grados de latitud austral, de veinte leguas al grado. De suerte que el ancho de mar a cordillera no pasa de treinta leguas en los veinte y siete grados, ni de cuarenta en los treinta y siete. Y siendo el medio proporcional treinta, y cinco entre treinta y cuarenta [10], juzgo que la parte ocupada por los españoles tiene norte sur doscientas y cuarenta leguas, y treinta y cinco de mar a cordillera, que forman el área de ocho mil y cuatrocientas leguas cuadradas. La segunda parte ocupada por los indios desde el Biobío a Chiloé tiene cien leguas norte sur, y cuarenta de mar a cordillera, que hacen el área de cuatro mil leguas cuadradas; y será la de todo el reino desde los confines del Perú hasta el canal de Chiloé de doce mil y cuatrocientas leguas cuadradas, de veinte al grado.

 

Este distrito es la mayor parte de él de regadío. De suerte que aunque no fueran mas que cuatro mil cuadras de fácil riego, equivaldrían lo menos a treinta y dos mil cuadras eriales: como que es experimentado que una legua de tierra de regadío equivale a ocho de terreno secano. Siendo pues que Chile por sus muchos ríos de mucho riego, y por su fertilidad, y varios climas en su largo, es capaz de producir todos los frutos, que se hallan repartidos en las cuatro partes del mundo; pues goza de los temperamentos, que requieren para la producción de sus frutos, de los temperamentos cálido, templado, y frío. Por estas proporciones puede llegar a mantener Chile, mejor que los reinos de Europa, a mil habitantes en cada legua cuadrada; pues España, Francia, e Inglaterra los mantienen, y más de tres mil la pequeña República de Luca: y llegar cuando menos su población a doce millones, y cuatrocientas mil almas".

 

Veamos ya que incremento ha tenido esta población desde la época en que escribió Villarreal hasta nosotros, y qué orden ha seguido en sus incrementos. Comparándola con la de los Estados Unidos de Norte América, la hallamos muy atrasada, y que sus incrementos llevan una marcha muy lenta. Es un método fácil para notar estos incrementos ver al cabo de cuantos años se duplica la población: de suerte que se forma una progresión geométrica, cuyo primer término es el número de almas existentes cuando se principia el cálculo, y cuyo exponente, o razón es 2. El Doctor Benjamín Franklin observó que en algunos estados de Norte América la población se duplica cada 15 años, en otros a los 18, en otros como a los 19 años. Cuando se declaró la independencia de aquellos estados, tenían como millón y medio de habitantes, los cuales ahora ascienden a 7 millones. De modo que ha habido un aumento de cinco millones y medio en 35 años, y llevan ya dos duplicaciones, y una iniciada en tan corto tiempo; y es claro que estas se han verificado cada 15 años. Pero comúnmente se cree, y asegura que nuestra población actual es de un millón de almas: esta, en el tiempo en que escribió Villarreal su Proyecto de poblaciones ascendía a 375.000 lo que nos manifiesta: 1º. Que en el espacio de 58 años solo ha tenido el aumento de 625.000; 2º. Que siendo 750.000 la duplicación del número 375.000, y faltándole para el complemento de un millón 250.000, solo ha habido en 58 años una duplicación, y que la segunda esta solamente comenzada; 3º. Que siendo la segunda duplicación 1.500.000, y siendo también la sexta parte de este número 250.000, sólo ha adelantado la población una duplicación, y una sexta parte de la segunda. En fin por ser 250.000 la tercia parte del número 750.000 y ser igualmente el número 19 la tercia parte del número 58 y siendo también 39 la diferencia entre 58 y 19 es evidente que hasta el año en que actualmente entramos, la duplicación de la población se ha verificado cada 39 años.

 

La progresión geométrica creciente que proponemos es la que sigue: 375.000; 750.000; 1.500.000;  3.000.000; 6.000.000; 12.000.000

Si colocamos entre sus términos, o en cada uno de sus intervalos el número 39, se sabrá qué número de años han de pasar para que llegue la población a igualar cada uno de dichos términos.  Para esto se sumaran dichos intervalos, o se multiplicara el número 39 por el número de intervalos, que hay hasta dicho termino, comenzando desde aquél en que se principia el cálculo.

Dividiendo en partes proporcionales, y semejantes el numero 39, y el termino, que se quiera, se sabrán los incrementos de la población en dichas divisiones de años. Procediendo de este modo, es evidente, 1º. Que si el incremento de nuestra población siguiera en adelante con la misma lentitud, que hasta ahora, se necesitan 101 años para que ascienda a 7 millones; población a que han llegado los estados de Norte América en 35 años: 2º. Que este periodo se cumplirá el año de 1913, y que en fin nuestra población llegará a los doce millones el año 1949.

Réstanos discurrir sobre el género de causas, que han ocasionado tanta lentitud en el aumento de la población de Chile, considerándola desde el año de 1753, en que escribió Don Joaquín de Villarreal.

 

Desde aquella época la tierra no ha sido menos fecunda, la subsistencia ha sido siempre muy barata, y fácil, la paz y la salud han reinado en el blando seno de la abundancia: de modo que ni los azotes de la naturaleza, ni los furores de las pasiones han entristecido una región, que se hermosea de un modo constante, y raro con la frondosa pompa del reino vegetal.

Es cierto que a veces se dejó ver la viruela; pero no fue tan destructora como temida.  Ella duró en Santiago todo el año de 1787, pero solo murieron 700, y se curaron 900: mujeres murieron 262, y se curaron 493. ¿Qué estragos son estos si se comparan con los que han causado en otras partes la fiebre amarilla, y otras epidemias?  Fuera de esto, la inoculación es aquí antigua, y con los mismos riesgos, y ventajas, que en otras partes. En dicho año de 1787, y poco después se inocularon 4.000, y murieron 13 de ellos por defectos en el régimen. Todo consta por la Historia M.S. de don José Pérez García, que es el único que hasta ahora ha tenido la bondad de comunicarnos sus papeles con celo filantrópico. En fin, si la viruela hubiese traído algún atraso digno de atención, está muy compensado con no haberse padecido aquí las fiebres intermitentes, la  raquitis, la lepra, el vómito negro, y ser muy raros muchos males como el de piedra, el trismo de los infantes y otros. Pero aún cuando la población hubiera estado a veces sujeta al influjo destructor de estos males, y aún de otros mas devastadores, es cosa segura que otras naciones que los han sufrido, se han levantado fácilmente de sus ruinas, y gozan de una población numerosa y floreciente. No pasaron muchos años según los cálculos de Expilly sin que se reparasen las perdidas ocasionadas en la Provenza por la famosa peste de 1720. Debió padecer mucho la población de Francia con las guerras que sufrió en todo el largo y brillante reinado de Luis XIV, y por la revocación del edicto de Nantes, en que perdió seiscientos mil hombres industriosos. Con todo desde el reinado de Luis XV, la Francia tuvo 25 millones de habitantes, término a que no había llegado en los años en que hicieron sus cálculos Vauban, y Expilly.

 

Podemos pues concluir que no pudiéndose alegar alguna razón física para el atraso de la población de Chile, es necesario recurrir a las causas políticas y morales que influyen en el aumento y decremento de la población. Desde luego las encontramos en la imperfección de la agricultura, en el atraso de la industria, comercio, policía, ciencias exactas, y naturales, artes útiles, legislación, etcétera, de todo lo cual esperamos tratar separadamente y con la extensión, e interés posibles.

 

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[9]

Henríquez se refiere al "Informe Hecho al Rey Nuestro Señor don Fernando VI, por Joaquín de Villarreal Sobre Contener y Reducir a la Debida Obediencia los Indios del Reino de Chile", publicado en el tomo X de la Colección de Historiadores de Chile y Documentos Relativos a la Historia Nacional. La transcripción presenta algunas diferencias con el texto contenido en e tomo señalado (N. del E.).
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[10]

Medio proporcional aritmético entre los lados paralelos de un trapecio.
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