De la influencia de los escritos luminosos sobre la suerte de la Humanidad. Consideraciones relativas al tema anunciado en el título

 

 

 

Por el descubrimiento sucesivo de las verdades en todo género, salieron los hombres de la barbarie y del inmenso océano de infortunios que siguen a la ignorancia y preocupaciones. Este gran resultado presenta el examen de la sociedad en las diferentes épocas de la historia. El estado social es susceptible de mejorarse y perfeccionarse; los hombres no son siempre los mismos: duros, insensibles, tiranos unos de otros en los siglos de ignorancia, sus leyes y costumbres respiran opresión y sangre. Sensibles y humanos en tiempos más cultos, desechan con horror aquellas leyes y costumbres. ¿No es esta una gran ventaja, aunque gima la sociedad bajo males de otro género? Apenas hay siglo, apenas hay un período en la duración de los cuerpos políticos, en que no pueda repetirse la expresión familiar de un filósofo del siglo pasado: "todo no está bueno, pero a lo menos está mejor que antes". Se han conocido muchos errores, se ha palpado el absurdo de algunos principios políticos que caracterizaban a algunos gabinetes; pero el primer paso para conocer los yerros es conocerlos. Llegará tiempo en que se avergüencen los hombres de la insensatez, de los absurdos de sus antepasados bajo muchos respectos.


La verdad es siempre útil, el que revela a los pueblos les hace un beneficio inapreciable. Las pruebas de agua y fuego se usaron antiguamente, se conoció su barbaridad, y fueron abolidas. Se les sustituyó la tortura; se escribió contra ella, y se abandonó con horror. Se hizo uso de varios apremios ilegales, se usó de las esposas, pero se han llamado en la sesión de las Cortes de 2 de Abril "invención de las más horribles e infames, que han imaginado los hombres".


Jamás pues es perdido lo que escriben los amigos de la humanidad. La gran masa de luces esparcidas en ambos mundos, los clamores de los sabios no han de ser ineficaces. Esparsanse verdades útiles; sus semillas son inmortales, vendrá tiempo en que broten.


Es cierto que las mejoras de la sociedad no han correspondido aún al número de hombres sabios que han florecido, ni a la copia de libros luminosos que se han publicado. Pero antes de ellos era más infeliz la suerte de la humanidad. No siempre los que administraban los negocios públicos leyeron aquellos libros; a las veces en lugar de seguir aún de lejos los progresos de la razón, ellos eran los que estaban más envueltos en preocupaciones. Los hombres, decía Platón, fueran felices, si los filósofos imperasen, o fuesen filósofos los emperadores. Este caso fue raro, pero cuando llegó a realizarse, los pueblos fueron menos infelices, y los gobernantes fueron el amor y las delicias del género humano.


Las obras sabias necesitan hallar en los pueblos una disposición feliz. ¿De qué sirve escribir, si la barbarie es tan grande que no hay quien lea? Entonces la marcha de las luces se retarda, y el día dista mucho de la aurora. La ilustración debe hacerse popular, pero las instituciones antiguas fueron bien contrarias a la difusión de las luces. Las ciencias tratadas en latín es el mayor obstáculo que puede ofrecerse no solo a su difusión, sino también a su perfección. De aquí es que la ilustración es más general en los países que han desterrado esta práctica bárbara.


El método escolástico, los planes de estudios de las escuelas, los óbices que ha encontrado la vulgarización de los libros útiles, han influido poderosamente en el atraso de las letras. Es también cierto que la razón se adelanta y desenvuelve en los pueblos con lentitud, que las letras tienen su infancia, que las facultades de imaginación se perfeccionan antes que las de pensamiento, observación y cálculo, y que la sana política y la buena legislación son el último resultado de nuestras reflexiones. ¡Feliz el pueblo que tiene poetas! a los poetas seguirán los filósofos, a los filósofos los políticos profundos. ¡Desventurado el pueblo donde estén en un sopor continuo y letárgico la imaginación y el pensamiento!


La razón se hallaba agobiada bajo el peso enorme de preocupaciones antiquísimas: mil pueblos se habían extinguido, habían desaparecido generaciones sin número, pero sus preocupaciones habían escapado a los estragos del tiempo y sobrevivían al trastorno de todas las cosas. ¿Cuánto hubo que trabajar para despejar la razón, para disipar aquellas tinieblas que empezaron a extenderse desde el siglo V y que en el X envolvieron al mundo en una noche tan densa como melancólica? Apenas quedó en él algún asilo a las musas; todo fue abandonado al ocio de la razón, a la injusticia, a los horrores de la guerra. Se acogieron a los monasterios solitarios; pero si el espíritu belicoso de aquellos siglos atroces trató con algún respeto aquellos venerables asilos, se atrevió a invadirlos la filosofía escolástica, obra de los comentadores de Aristóteles. Se impuso un nuevo y odioso yugo a la razón; las sombras se hicieron mas densas [33].


Parece que el largo ocio la hubiesedebilitado; ella en efecto es más débil, cuando se abandona a su natural pereza, se fortifica con el uso de sus facultades. Necesita de apoyos para sostenerse. Los encontró desde luego en los estudios de las ciencias exactas, ciencias que acostumbran el entendimiento al método, a buscar la demostración, y que le comunican solidez y profundidad. Ellas se hicieron el poderoso instrumento de la razón humana y la admiración y delicia de los grandes genios. El espíritu humano levantado por estas ciencias, y admitido a los misterios mas recónditos de la naturaleza, después de pesar las inmensas aguas del océano averiguado el tamaño, la distancia y el movimiento de los planetas, siguiéndolos en sus brillantes caminos, calculando sus faces, y aún prediciendo el rédito de los cometas, se aplicó a la ciencia que tanto interesaba a la felicidad pública, emprendió el estudio de la política y de la legislación. Desde entonces volvió a cultivarse la sublime ciencia de hacer felices a las naciones. Desde entonces volvió a conocerse que la fortuna de los estados es inseparable de la de los pueblos, y que para hacer a los pueblos felices es preciso ilustrarlos.


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[33] La naturaleza de este papel no permite más que pasar rápidamente sobre estos asuntos, que pueden verse con extensión en Andrés, Vives... [Sic].
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