Extracto de la sesión de las Cortes sobre la esclavatura. Discurso del señor Argüelles. Transcripción del discurso del Diputado Argüelles. (Continúa en Tomo I, Nº 12, Jueves 30 de Abril de 1812)

 

 

 

El tráfico, Señor, de esclavos no sólo es opuesto a la pureza y liberalidad de los asentamientos de la nación española, sino al espíritu de su religión. Comerciar con la sangre de nuestros hermanos es horrendo, es atroz, es inhumano; y no puede el Congreso Nacional vacilar un momento entre comprometer sus sublimes principios o el interés de algunos particulares. Pero todavía se puede asegurar, que ni el de éstos será perjudicado. Entre varias reflexiones alegadas por los que sostuvieron tan digna y gloriosamente en Inglaterra la abolición de este comercio, una de ellas era profetizar que los mismos plantadores y dueños de esclavos experimentarían un beneficio con la abolición, a causa de que no pudiendo introducir en adelante nuevos negros, habrían de darles mejor trato, para conservar los individuos; de lo que se seguiría necesariamente, que mejorada la condición de aquellos infelices, se multiplicarían entre sí con ventaja suya y de sus dueños. A pesar de que el tiempo corrido desde la abolición es todavía corto, estoy seguro que la experiencia ha justificado la profecía. Esto mismo sucederá a los dueños de nuestros ingenios y a otros agricultores de La Habana, Puerto Rico, Costa Firme, etcétera, y aún no puede dudarse, que la prohibición sería de inclinarlos a mejorar el cultivo por otro método más análogo al que reclama la agricultura, y más digno de los súbditos de una nación que pelea por su libertad e independencia. Todavía más. La oposición que pueden hacer los interesados, nada conseguiría atendida la libertad del Congreso respecto de las mejoras de América. Sería infructuosa, como lo ha sido la que hicieron en Inglaterra los opulentos plantadores y transitantes de Liverpool y otras partes, que se conjuraron abiertamente por espacio de 20 años contra el digno e infatigable Wilberforce, autor del Bill de abolición. Jamás olvidaré, Señor, la memorable noche del 5 de Febrero de 1807, en que tuve la dulce satisfacción de presenciar en la Cámara de los Lores el triunfo de las luces y de la filosofía; en que se aprobó el Bill de abolición del comercio de esclavos. En consecuencia de tan filantrópica resolución, se formó en Londres una asociación, compuesta de los defensores de aquel Bill y varias otras personas respetables para desagraviar por cuantos medios fuese posible, e indemnizar a las naciones de África del ultraje y vejamen que han sufrido con tan infame tráfico. Su objeto es formar establecimientos científicos y artísticos en los mismos parajes que eran antes el mercado de la especie humana, llevándoles de esta suerte toda especie de cultura y civilización; y su profunda sabiduría ha exceptuado sólo la propaganda religiosa, no fuese que so color de religión, se abusase como se ha hecho muchas veces de este santo ministerio, prefiriendo dejar a los progresos de la ilustración un triunfo que sólo puede conseguirse con el convencimiento y los medios suaves. Convencido el gobierno de Inglaterra de que el objeto del Bill no podía conseguirse mientras las naciones de Europa y América pudiesen hacer por sí este tráfico, o prestar su nombre a los comerciantes ingleses, resolvió interponer su mediación para con las potencias amigas, a fin de que se adoptase la abolición por sus gobiernos. Creo que aquel gabinete había dado pasos con Suecia y Dinamarca antes de la actual guerra; y si no ha hecho al de V.M. igual proposición, sería porque en aquella época teníamos la desgracia de estar separados, y en el día porque le ocuparán atenciones de mayor urgencia. Por tanto, Señor, no desperdicie V.M. una coyuntura tan feliz de dar a conocer la elevación y grandeza de sus miras, anticipándose a seguir el digno ejemplo de su aliada, para no perder el mérito de conceder espontáneamente a la humanidad el desagravio que reclama en la abolición del comercio de esclavos.


(Se Continuará [20])


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[20] Véase el Tomo I, Nº 12, Jueves 30 de Abril de 1812 (N del E).