Continuación de las noticias relativas a Norteamérica. Continuación del texto sobre Estados Unidos. Agricultura, industria, educación y cultura. (Véase Tomo I. Nº 12. Jueves, 30 de Abril de 1812)

 

 

 

La agricultura está en el pie más floreciente: tres cuartas partes de sus habitantes tienen esta ocupación tan honorífica como útil al Estado y a sus individuos. Muchos de los hombres principales, al ejemplo de Washington, se dedican a mejorar este ramo. Hay varias sociedades establecidas con el fin de adelantar y proteger esta primera ocupación del hombre. Se han aprovechado de cuanto se ha escrito y descubierto en estos últimos años acerca de este asunto, y en el día la agricultura americana en nada cede a la europea.


Las fábricas se han adelantado con rapidez en estos últimos tiempos: el cuero, el hierro, la madera se trabaja[n] en todos sus ramos; últimamente se han establecido fábricas de lana y de algodón, y por la introducción de los carneros merinos se van logrando paños excelentes. Hay varias fábricas de papel, vidrios, estampados, obras de cobre; las hay de pólvora, cañones, fusiles, etcétera. Apenas hay casa en que no se trabaje el lino, cáñamo y algodón para el consumo doméstico. Los buques que se construyen en los Estados Unidos se reconocen por los más veleros del mundo. Se imprimen libros en todos los idiomas. En fin, las manufacturas y las artes llevan un adelantamiento progresivo, y algunas de las invenciones más interesantes se deben a aquellos dignos patriotas. Jamás se olvidará el nombre de Franklin, la patria le debe una gratitud eterna por sus trabajos, su celo activo y ardiente en la causa de la libertad, y las ciencias sus brillantes descubrimientos en la sólida filosofía. Se le deben grandes y magníficos inventos sobre la electricidad; él hizo a su arbitrio descender el rayo de las nubes, y preservó los edificios y bajeles de los efectos terribles de este meteoro. Ya se sabía imitar en pequeño sus estragos en el célebre experimento de Leyden [27], se imitaba el relámpago y el trueno, pero estaba reservado a nuestro americano Franklin robar el fuego a los cielos, y hacerlo dócil a sus leyes.


Eripuit coelo fulmen, sceptrumque tiranis.Quitó el rayo a los cielos, y el cetro a los tiranos.


Las ciencias tienen en Estados Unidos muchos nombres célebres además del doctor Franklin; en la guerra, en la política, en todas las grandes cualidades y virtudes que adornan a los hombres, ha producido aquel fecundo suelo sujetos eminentes. Washington se ha hecho inmortal por sus talentos, valor, esclarecido patriotismo, desinterés y beneficencia pública; y Jefferson ha añadido al alto crédito del arte de mandar una reputación ilustre por la ciencia de la legislación, y vastos conocimientos: sus Notas sobre la Virginia son una obra de política muy célebre en Europa. La famosa acta declaratoria de la independencia de los Estados Unidos es obra suya. Jaime Madison, actual Presidente, reúne a sus altas cualidades una elocuencia concisa y delicada.


La pintura, y la escultura no han hecho todavía grandes progresos: los habitantes esparcidos sobre un territorio muy vasto siguen generalmente ocupaciones más adaptadas al estado de un país nuevo y de una república naciente. No se encuentra allí la opulencia, que protege los progresos de las artes del puro lujo, pero tampoco se halla la miseria de los estados envejecidos. Todos los individuos de aquel pueblo participan de las comodidades de la vida, ni se ven allí las víctimas asquerosas del vicio y del torpe ocio.

La educación, este gran principio de la prosperidad pública, garante de la libertad y de la constitución, no se ha puesto en olvido: todos saben leer y escribir; en casi todos los estados se han establecido escuelas públicas, de modo que el más pobre no pasa por el dolor de ver a sus hijos criarse en la ignorancia. En todas las casas aún las más pobres, se encuentran libros y gacetas [28]; todos leen, todos piensan, y todos hablan con libertad. El hombre industrioso a la vuelta de su trabajo lee y se ilustra, y compara su feliz estado con el de los pueblos que lloran bajo un despotismo oriental. Así se conserva en los corazones aquel amor de la libertad, aquel celo por las prerrogativas sociales, aquel odio inmortal a la servidumbre y opresión, que pobló aquellas regiones, y que conduce a ellas diariamente tantos emigrados de todos los puntos del universo. Allí han encontrado un asilo inviolable grandes almas; allí se han refugiado muchos de nuestros hermanos peninsulares huyendo del vandalismo francés. ¡Oh! florezca, viva glorioso a la sombra de la perpetua paz el pueblo recomendable por su hospitalidad y caridad; no se extienda hasta sus respetables umbrales el torrente de injusticias, usurpaciones y atentados que inundan la tierra; haya en el mundo a lo menos un asilo abierto a la libertad, a los talentos, a las virtudes pacíficas!


Estas y otras grandes ventajas, que expondremos después, se deben principalmente a una ilustración casi universal, obtenida por una educación patriótica, fruto de los desvelos paternales de los ciudadanos acomodados, y de la sabiduría del gobierno; todos alcanzan allí a conocer los horrendos males que la ambición, y el despotismo han traído a la Europa, constituida en morada de las pasiones destructoras, y de la miseria, oprimida por contribuciones insoportables, y cubierta de cadáveres y lagrimas. Allí todos aman una constitución que ha convertido a su patria en asilo de la libertad y de la humanidad perseguida; todos aprecian los derechos sagrados del hombre, asegurados por la ley; instruyen a sus hijos en la obligación de defenderla con celo, aún a costa de sus fortunas y vidas. Los hijos de la patria llenos de gratitud por los trabajos y peligros de sus padres, que más bien quisieron morir con las armas en las manos, que dejarles una esclavitud hereditaria, han procurado seguir tan nobles ejemplos, y siempre se han visto preparados a iguales sacrificios.

Para perpetuar un bien tan grande, y extenderlo más, no satisfecho el celo patriótico con las numerosas escuelas públicas y libros, se han establecido varios colegios y universidades. Desde antes de la revolución existían la Universidad de Cambridge, el colegio de Yale, el de Guillermo y María, el de Princeton, de Filadelfia, de Nueva York, de Rhode Island, Dautenouth, Nueva Hampshire, y la sociedad filosófica de Filadelfia, y produjeron aquellos hombres ilustrados y virtuosos de la revolución.


Después de aquel memorable acontecimiento, se han establecido tantas escuelas, hospitales, sociedades, instituciones tan preciosas y benéficas, que el ánimo se ensoberbece y el corazón se dilata con la consideración de que hay un gran pueblo libre y venturoso, que ha sabido realizar los proyectos de tantos grandes hombres, proyectos que pasaron por delirios.


Después de la revolución Boston ha establecido una Academia de Ciencias a imitación de las de París y Londres; Maryland dos colegios, uno de los cuales es de católicos, y se distingue por la excelencia de los estudios, maestros y aplicación; la Pennsylvania ha establecido otro; tres se han establecido en las dos Carolinas; la Georgia, Kentucky y Tennesse tienen su colegio, cada Estado el suyo. En todos los estados se han erigido sociedades para promover las artes y la agricultura, y por motivos y objetos de caridad y misericordia. La nomenclatura de las que existen en Filadelfia dará idea de lo extenso de estos establecimientos saludables en los otros Estados. Filadelfia pues tiene tres hospitales; una sociedad para proteger y libertar a los infelices negros, restos del antiguo tráfico de ellos; esta sociedad mantiene dos hospitales más; dos sociedades para administrar socorros y remedios a los pobres en sus casas; una sociedad para socorrer a los infelices extranjeros que emigran al país.


Las ciencias han llamado desde el principio la atención de Filadelfia. Su universidad se ha distinguido principalmente por sus aulas de medicina. Tiene además una sociedad filosófica, un colegio de médicos, una sociedad para el adelantamiento de la agricultura, una academia de pintura, escultura y arquitectura, dos bibliotecas públicas, una de las cuales cuenta quince mil volúmenes, y un museo de historia natural [29].


(Se Continuará [30]).


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[27]

Camilo Henríquez se refiere a la "Botella de Leyden", un condensador descubierto alrededor de 1745 por el físico holandés Pieter van Musschenbroek de la Universidad de Leyden y el físico alemán Ewald Georg von Kleist (N del E).
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[28]

Semanalmente se expenden ocho mil ejemplares del periódico Centinela de Boston, y nueve mil quinientos del Avisador Mercantil de Nueva York.
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[29]

Entre las innumerables cosas útiles de que carecemos, es muy sensible, y aún vergonzosa, la falta de un museo de historia natural en un país cuyo suelo oculta la opulencia de la naturaleza. ¿Adónde extenderemos la vista que no encontremos vastas moles cuyas entrañas son depósitos de preciosidades? Para prueba de esta verdad solo diremos que el mineralógico don Christiano Heuland, comisionado por la corte de Madrid para la colección de producciones minerales, llevó de este reino tres colecciones de preciosidades y rarezas; La una constaba de 74 cajones de 8 arrobas cada uno, y era la de más interés y estimación; las otras dos fueron más pequeñas, y sus destinos eran, el de una para cambiar con preciosidades de los gabinetes de Europa, y el de la otra para el Príncipe de la Paz [Manuel Godoy]. Dicho naturalista dice lo siguiente en una carta confidencial dirigida a don Marcos Francisco Sierralta, y escrita en Copiapó: "No pensaba detenerme tanto aquí, pero han sido tan grandes las ventajas de mis excursiones por los cerros y sus minas, que no fue posible de otra manera. Pero estas diligencias fueron de bastante satisfacción mía, pareciéndome corto el tiempo, en consideración de las bellas y diversas colecciones que he juntado".
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[30]

A pesar de esta advertencia, este artículo no fue continuado. En las ediciones posteriores se insertan otras notas relativas a materias distintas, pero relativas a los Estados Unidos (N del E).
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