Extracto de una correspondencia literaria. Carta primera. Texto relativo a la importancia del comercio

 

 

 

Las guerras ocasionadas por el comercio externo han cubierto de estragos la tierra y los mares; millares de hombres se han vuelto anfibios, y pasando la vida sobre la superficie de las aguas aprendieron del elemento terrible a tener un carácter feroz. La subsistencia de los pueblos se hizo precaria, y se vio expuesta a nuevos peligros su independencia y libertad. ¿Cada una de las cuatro partes del mundo, cada una de sus grandes regiones no podía acaso por sí sola alimentar a sus habitantes, satisfacer sus necesidades, y aún llenarlos de placeres? No se han contentado con los bienes que les ofrecía en su propia casa la liberal mano de la naturaleza; no han buscado las comodidades en su propia industria, y unos han llevado la muerte y las cadenas a climas muy lejanos, y otros no han podido vivir sin las comodidades del país de que recibieron las cadenas. Ha habido un gran error en la economía política de casi todas las naciones, han querido elevar su prosperidad sobre unos medios cuya actividad no estaba en su poder, y han despreciado aquellos que tenían en sus propias manos, y cuya eficacia era independiente de todos los acasos y vicisitudes del tiempo. La China se gobierna por los felices principios de un sistema económico más simple: sin comercio exterior, enteramente concentrada en sí misma y no admitiendo a la participación de su riqueza real más que a sus consumidores nacionales, ha elevado su prosperidad a aquel grado asombroso que puede esperarse de la agricultura, las manufacturas y la población. En efecto, justamente se representa a la China sin comercio externo, porque no merece este nombre el débil tráfico que tolera en algunos puntos de su inmenso territorio y que, comparado con la extensión enorme de su comercio interior, puede considerarse como las cantidades infinitamente pequeñas que desprecian los geómetras. ¿Y cuántos siglos vivió feliz aquel imperio sin este pequeño tráfico? Este sistema ha levantado su agricultura a los últimos términos del aumento posible. No sólo cultiva completamente hasta las últimas pulgadas de su superficie natural, sino que ejerce la labranza sobre una superficie mayor que la que recibió de la naturaleza, formando en toda la vasta extensión del imperio esas innumerables elevaciones artificiales, esos prados y jardines suspensos, que parecen obras de la brillante y creadora fantasía del Taso, y a quienes el trabajo y la industria han hecho tan fértiles como a las tierras naturales. ¿No pudieran adoptar un sistema semejante de economía política los grandes continentes, los grandes imperios, las grandes confederaciones democráticas? Sin duda. Este sistema puede llevar el nombre de comercio interno y externo en un sentido menos extenso; y dando movimiento y círculo a la agricultura e industria, producirá toda la utilidad que puede esperarse. Parece que Napoleón lo ha adoptado dirigiendo todas sus miras a hacer a la Francia independiente de toda ayuda externa, y la vasta extensión del territorio del imperio francés le asegura la prosperidad del comercio. Los pueblos cuya agricultura e industria están aún en la infancia deben agitarse y desvelarse por ponerse en estado de adoptar este gran sistema, no menos útil que noble, y necesario para la libertad y la paz.


(Se Continuará [3]).


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[3] Véase el Tomo I, Nº 20, Jueves 25 de Junio de 1812 (N del E).