Cultivo del Tabaco en Chile. Exposición de dos métodos de cultivo

 

 

 

El año pasado se plantaron y cultivaron algunas matas de tabaco de semilla del Paraguay, y se ha logrado de excelente calidad; este artículo es demasiado precioso para que se mire con indiferencia; el modo de cultivarlo y beneficiarlo es como sigue:


Para sembrar el tabaco de semilla del Paraguay se hará el almácigo en principios de Agosto; se tendrá cuidado de taparlo de noche para que no se vele; en estando el almácigo grande, se planta como la lechuga en una tierra que sea buena, bien cultivada y sin terrones. En estando un poco grande, se descogolla todos los días para no dejar crecer mucho la mata, para que salga con bastante fortaleza; se le dejarán a la mata ocho o diez hojas; pero si se quiere que salga con menos fortaleza, se le dejarán más hojas, pero entonces las hojas serán más pequeñas. La planta requiere riegos continuados.


Cuando la hoja vaya pintándose con manchas amarillas, se empiezan a agarrar todos los días aquellas hojas que ya estén manchadas o amarillas.


Para su beneficio se colocan las hojas sobre otras, se arropan bien para que suden, y se cargan u oprimen un poco. Después se sacan de allí, y se extienden para que se oreen un poco.


Para hacer los mazos, se hierven unos palos del mismo tabaco y algunas de sus hojas inútiles; cuando dicho cocimiento esté frío se humedecen con él las hojas, para que no se quiebren y maltraten, y se forman los mazos.

A.G.


Tal ha sido el método con que se ha logrado el año anterior un tabaco de muy buena calidad. Un autor apreciable trae el método siguiente, que dice estar en uso en los lugares en que se cosecha el mejor:


El tabaco pide una tierra medianamente fuerte, pero de buen migajón, y que no esté muy expuesta a inundaciones. Una tierra virgen conviene a este vegetal, ansioso de jugo. Las semillas se esparcen en almácigo. Cuando las plantitas tienen dos pulgadas de altura, y a lo menos seis hojas, se les trasplanta suavemente en un día húmedo, y se siembran en un terreno bien preparado, colocándolas a tres pies de distancia unas de otras.


A las 24 horas recobran todo su vigor.


Esta planta pide un cuidado continuo. Se han de arrancar las malas hierbas que crecen alrededor de ella. Para impedir que se eleve demasiado, se ha de descabezar a la altura de dos pies y medio. Se le han de quitar los brotes inútiles y las hojas inferiores, las que estén algo podridas, las picadas de gusanos, y se debe reducir el número de las hojas útiles a ocho, o diez cuando más. Un solo hombre bien trabajador puede cultivar exactamente dos mil y quinientas plantas, y ellas deben producir mil libras de tabaco.


La planta permanece en tierra cerca de cuatro meses.


A medida que se aproxima a su madurez, el verde risueño y vivo de sus hojas toma un tinte oscuro; entonces se encorva por sí, y exhalan las hojas una fragancia que se extiende a lo lejos. Entonces se arrancan las plantas, y se amontonan en el mismo sitio en que crecieron. Se les deja allí sudar una sola noche. Por la mañana se les deposita en cuartos en que por todas partes tengan ventilación, para lo cual hay en algunas partes almacenes, y en otras ramadas. Allí permanecen colgadas todo el tiempo necesario para que se sequen perfectamente. Después se les extiende sobre cañas, ramas, o cosa semejante, puestas las dichas cañas en forma de catres, que en algunos lugares llaman barbacoas; se les cubre bien, y fermentan allí por el espacio de una o dos semanas. En fin en ese estado se separan las hojas, se embarrilan, o se forman con ellas mazos etc.


Para esto se humedecen como queda dicho en el método anterior.


En Huayabamba, Jaén y otro lugares inmediatos, que producen un tabaco de un saber áspero y olor ingrato, remedian este inconveniente apretando las hojas una por una con un palo redondo, que llaman palote, sobre una mesa algo inclinada. Un niño extiende las hojas, y un peón se ocupa en oprimirlas, pasando una sola vez sobre cada una el instrumento mencionado. Por este medio se despojan las hojas de la superabundancia de aquel jugo que las dañaba, y se logra el tabaco de Bracamoros, que hace las delicias de los aficionados de Lima y de sus costas. Es de creer que este método mejorará el tabaco propiamente chileno, despojándolo de la aspereza del sabor y olor que lo hace desagradable.


Este es uno de los casos en que se echa de menos una sociedad filantrópica, que promoviese la cultura de tan importante ramo, y obtuviese del gobierno las providencias, franquicias y auxilios necesarios para su adelantamiento. Su falta debe suplirse por los padres de la patria y por los hacendados. No es decoroso que el suelo más fecundo de la América, y que produce con abundancia excelente tabaco, sea en esta parte tributario de otros menos fértiles. Siempre vamos para atrás en vez de ir para adelante. El año de 1625 celebró acuerdo el Cabildo de esta capital para estancar el tabaco; la deliberación estaba casi concluida por el voto unánime de todos, cuando el gran patriota Luis de Contreras, que era uno de los regidores, se opuso y libró la cultura de este ramo del gran golpe que la amenazaba diciendo: "el tabaco no debe estancarse porque es fruto del reino". ¿Quién hubiera creído entonces que Chile lo había de comprar al Perú?


Esta planta es propia del país; los indios la cultivaban, y era el aroma más precioso que usaban los Machis; la llamaban putén. Pero al paso [en] que las naciones cultas no han perdonado gastos ni desvelos para domiciliarla en sus posesiones, y no comprarla a los extraños, mientras que sus semillas llevadas de Tabasco prosperan en las islas vecinas, y su cultura se ejerce en casi todo el mundo, nosotros la olvidamos y hacemos venir de fuera a precio de grandes caudales una especie que nos fue propia. En verdad el tabaco se cultiva en unas regiones cuyo temperamento parece muy poco análogo a una planta propia de los climas ardientes, o a lo menos templados; ella prospera en Hungría, Ucrania, Livonia, Prusia, Pomerania, Rusia, Holanda, etc. Aquellos países no gozan de terrenos tan feraces, ni temperamentos tan blandos como nosotros, pero nos aventajan en industria, y por qué no hemos de decirlo, ellos han tenido una política más ilustrada que nosotros. Mas ya las circunstancias se han variado: ya es tiempo de que nuestra agricultura e industria entren en el círculo de las revoluciones políticas, y sienten su impulso. Cada país debe cultivar todo cuanto puede, todos deben gozar de sus propias riquezas. Este es el clamor de la justicia, y el voto de todos los pueblos. La América va entrando en el goce de este derecho inapreciable; entre nosotros se ha proclamado, y se halla sancionado por el nuevo gobierno; es pues ya tiempo de que una nueva libertad, y unos intereses mejor conocidos comuniquen fuerza a los brazos, y movimiento a las almas.