Artículos de cartas. Informaciones de Guayaquil (incendio en la ciudad), y Lima (proporciona mayores antecedentes sobre conjura descubierta)

 

 

 

Guayaquil, Febrero 21 de 1812.


El día 13 del corriente, desde las dos de la mañana, tuvimos la gran desgracia de que empezó un incendio tan voraz de la casa de las Flores, que hasta las 10 del día consumió 35 casas que se hallaban en las tres manzanas principales de aquel barrio, a saber: la una la de dichas Flores, hasta la casa de don Pedro Haro frente de la de Llona; la otra, la de la casa de Elizondo, y la otra la del difunto don Silvestre Gorostiza, en la que antes vivió el Doctor Bruno, hasta la de Olmedo, de modo que estas tres cuadras han quedado lo mismo que la sabana.


Creímos todos que ardía íntegramente la ciudad; la fortuna fue que el viento estuvo favorable, que de no, estuvieran en la calle muchas familias, como les ha sucedido a todos los que constan en la razón siguiente, etc.


Fuera de esta pérdida, se agrega el deterioro de muchas casas que por favorecerlas han quedado muy estropeadas y necesitan de mucho gasto para componerlas.


De Quito nada se sabe con certeza. Sólo se dice que han declarado la independencia, y en Cuenca no hay novedad.


Amigo, parece que ya el azote de la justicia divina lo tenemos encima, pues casi todas las noches tenemos novedad de nuevos fuegos. La ciudad está consternada porque se recela que quieren acabar con ella.


Lima.

Las noticias que comunica la fragata Victoria, procedente del Callao y que arribó a Valparaíso en estos últimos días, convienen con las que nos vinieron por la fragataDolores desde Talcahuano. El vecindario de Lima se halla sumamente cuidadoso por lo que la conjuración descubierta no era de sólo negros, sino de muchos españoles, y aún se dice de muchos nobles. Estaban presos 7, y habían fugado 4. El gobierno se desvela, se agita y está lleno de desconfianzas. El atraso del comercio causado por la guerra civil del Alto Perú, sus grandes gastos, costeados en gran parte por el vecindario, no pueden dejar de introducir descontento. El espíritu de libertad que se adelanta tanto en las provincias vecinas, el ejemplo de tantas capitales, el triste aspecto de la Península, la ilustración difundida por papeles públicos, la meditación que despierta con acontecimientos tan ruidosos, como interesantes, deben influir al cabo en aquel gran pueblo, si no inflamable, a lo menos extraordinariamente sensible.