Júbilo patriótico. Da noticia de la fiesta mandada a celebrar en la Merced por el Diputado de Buenos Aires, Bernardo de Vera, con motivo de los triunfos de las armas rioplatenses

 

 

 

Luego que llegaron los detalles de la victoria del Tucumán, el Diputado de Buenos Aires cerca de éste Superior Gobierno, Doctor don Bernardo Vera, dispuso se celebrase en la Iglesia de Mercedes una solemne misa de gracias, que cantó el Canónigo Doctor don Juan Pablo Fretes. Los hermosos adornos del templo perfumado de ricos olores y flores exquisitas, que sobresalían entre una copiosa iluminación, parece que habían llamado todas las gracias de la naturaleza y del arte para que el santuario respirase aquella aura majestuosa que no se deja sentir en las fiestas profanas. El concurso de todas las corporaciones, jefes militares, y lucido pueblo de ambos sexos no permitía un lugar vacío; y en los semblantes se leían aquellos sentimientos generosos con que la libertad dilata los corazones a la presencia adorable de su Divino Autor. Al escucharlos de la elocuencia del orador sagrado (el P. Presentado F. Ramón Romero), que hermanando armoniosamente la religión y el patriotismo, presentó el cuadro sangriento de las víctimas sacrificadas al furor de los déspotas; los ojos de los ciudadanos se encontraban con miradas las más importantes, que les arrancaba este contraste de ideas nobles; la memoria de tantos horrores inspiraba ternura y venganza; el esfuerzo de los defensores de la América y sus triunfos excitaban valor, alegría, unión y constancia; la protección de la Providencia en favor de nuestra justa causa infundía un espíritu de confianza y gratitud. Estas pasiones se exaltaban al concierto de la música en medio del estruendo de tres salvas de artillería, y de las aclamaciones con que la juventud entusiasmada recibió en el atrio al numeroso gentío que salía del templo. Tiranos: ese Viva la Patria, que jamás resonó en las funciones periódicas del despotismo, es preciosa voz de los pueblos que han jurado vuestro exterminio, y que lo conseguirán a pesar de los últimos empeños de vuestra impotencia agonizante. Rotas las cadenas con que habíais aprisionado a la América, toda ella se confedera en vuestra ruina, con los vínculos más íntimos que han de consolidar su independencia y el feliz destino que no podéis borrar de los decretos eternos. Para vuestra confusión, y en prueba de la alianza del opulento Chile con la valerosa Buenos Aires, ved el oficio con que el gobierno contestó al convite de su Diputado.