Artículo de carta de una persona de primer orden de Buenos Aires. Relativa a la situación militar y opiniones en torno a las relaciones entre España y Gran Bretaña

 

 

 

Enero 2 de 1813.


La conclusión de nuestros morteros y artillería de batir se comunicó a Montevideo furtivamente, y su noticia agitó los ánimos en términos de producir una fermentación tan extraordinaria que dividió la opinión pública, aunque con una misma causa. Unos proponían salir a batirse con los sitiadores, presentando una acción general, antes que sujetarse a la angustia lenta de un cerco abrazador y productivo de las mayores calamidades consiguientes a la escasez de víveres y excesivo número de habitantes, pues en el censo que acababa de hacerse, ascendía su número a veinte y ocho mil encerrados en la pequeña extensión de la plaza, los que ya no comían carne fresca, y estaban a ración repartida por los Alcaldes de barrio, o comisionados. Los de este parecer eran el mayor número, pero no los del mayor influjo. Los pudientes y empleados trazaron otro plan, a cuya ejecución los acabó de determinar la llegada del Diamante de España con bombas y demás municiones, la ocupación de Madrid por los aliados, y la exaltación de los europeos de Buenos Aires por igual motivo. Determinaron pues construir sus bombarderas, formar un expedición contra nuestras costas, y derramada la confusión en este pueblo por las bombas y el amago de desembarcos simultáneos en varios puntos, o lograr un golpe de mano combinados con sus agentes interiores, o a lo menos ocupada nuestra atención confusamente, dar un golpe seguro en las baterías de Punta Gorda y Santa Fe, para obstruirnos la comunicación con el ejército sitiador, burlar el sitio, y tomarnos los morteros.


Por fortuna se supo todo oportunamente por la vigilancia del gobierno, se sorprendieron a los que comunicaron en un lanchón, que fugó, los planes de la nueva conspiración, se tomaron las correspondencias, y con la rapidez del rayo se pusieron en la horca a los delincuentes; se adoptaron las medidas terribles, pero indispensables, publicadas en el bando último.


Santa Fe y Punta Gorda se han puesto en un pié respetable, se han construido baterías nuevas, se ha trazado un plan seguro de defensa, y se ha confinado a los españoles europeos, marineros, calafates, vagos, y conocidamente malos, de modo que ha quedado afianzada la seguridad pública.


Dominan las mejores ideas y sentimientos; los representantes del pueblo, ya electos, son excelentes; los que restan por elegirse lo serán según el aspecto de las cosas, y todo promete un éxito venturoso.


Las disposiciones de la Gran Bretaña después del sabido desaire que recibió de la Regencia, nos son muy favorables. Esta Potencia no había sido hasta ahora un bien productivo, pero tampoco un mal. Con sólo no haberse decidido contra las revoluciones americanas, ha demostrado que ama nuestra libertad. Ella no ha tenido parte en los proyectos hostiles que se han concebido contra nosotros. La hostilidad del Brasil nació en Montevideo y en Cádiz. La Inglaterra reclamó fuertemente contra este paso; igualmente reclamó contra las expediciones dirigidas a Veracruz, y últimamente el Ministro de Relaciones Exteriores ha declarado solemnemente que se iba a satisfacer a los nuevos gobiernos de América acerca de este asunto. En fin, las comunicaciones privadas de Londres, que por varios conductos hemos visto, nos han acabado de convencer de que la Gran Bretaña va a mudar de conducta y de que el horizonte europeo nos presenta un aspecto muy favorable a nuestros designios.