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in Revista de Urbanismo
Dinámicas de estratificación socioespacial en ciudades del norte y sur de Chile
Resumen:
El análisis de la concentración de clases sociales en las ciudades ha estado vinculado tanto a los índices de segregación residencial, como a la discusión sobre los procesos de integración social de personas con distintas características. Sin embargo, esta forma de problematizar las desigualdades sociales esconde tres inconvenientes: primero, se asume que las diferencias importantes están marcadas por la posesión de bienes materiales, razón por la cual este tipo de variables son las más utilizadas para estudiar las desigualdades espaciales; en segundo lugar, se ignora el debate sobre los mecanismos de valor social que la ocupación desempeñada en el mercado laboral tiene para la atribución de bienestar social, material y simbólico en las sociedades contemporáneas; y, por último, no se contempla relacionalmente el análisis de otras dimensiones que condicionan la desigualdad, como el origen étnico y nacional. Considerando los modelos que observan los sistemas sociales de clase, el presente trabajo tiene por objetivo analizar las dinámicas de estratificación socioespacial de dos conurbaciones chilenas durante el período 2002-2017: Iquique-Alto Hospicio y Temuco-Padre Las Casas. A partir de un indicador de clase social y su relación estadística con el origen étnico y nacional, se describe la estructura socioespacial de ambos espacios. Los resultados indican que, si bien en ambas conurbaciones el origen étnico y nacional se relaciona con la condición de clase de un espacio determinado, en Temuco y Padre Las Casas esto es más severo. Estos resultados abren el debate respecto de las tensiones sociales en ciudades chilenas.
Introducción
El estudio de las clases sociales se aborda desde el establecimiento de modelos de estratificación social, correspondientes a los sistemas que describen las desigualdades sociales existentes en una determinada sociedad, producto de los desequilibrios en el acceso a bienes materiales y simbólicos por parte de las personas (Crompton, 2013). La consecuencia de esto último es la conformación de grupos o clases que comparten iguales características, según su posición particular en un sistema social que es jerárquico. Para describir estas estructuras se han desarrollado modelos basados en la ocupación que tienen las personas al interior del mercado laboral, variable central para entender los sistemas sociales y sus cambios (Erikson, & Goldthorpe, 1992; Savage et al., 2013). En este sentido, el desempeño en el mercado laboral determina el acceso a bienes materiales y simbólicos y, por tanto, la pertenencia a una determinada clase social.
Estos sistemas sociales tienen un correlato en los espacios urbanos. Desde esta perspectiva, lo socioespacial corresponde a la distribución de diversas clases sociales en áreas físicas, asumiendo con ello que el lugar que una persona ocupa en el espacio social tiende a trasladarse al espacio físico ( Bourdieu, 2018 ). La clase, por tanto, deviene en categoría analítica relevante en las ciudades por cuanto permite desarrollar tramas de encuentro y quiebre entre grupos sociales heterogéneos en cualidades, agencias y agendas urbanas (Lopes de Souza, 2003).
Sin embargo, su estudio ha derivado más bien en una serie de indicadores que ponen el acento en la disposición de bienes materiales de las personas, los cuales se encuentran asociados, por ejemplo, a la segregación residencial (Agostini et al., 2016 ; Otero et al., 2021; Sabatini y Rasse ,2017 ) o a las relaciones de localización de variados bienes materiales sobre el espacio (Berroeta et al., 2021 ; Ojeda, & Pino, 2019), dejando de lado la posición que los individuos tienen en el sistema social de clases en las áreas urbanas. Centrar el análisis de las diferencias socioespaciales en la disponibilidad de bienes materiales esconde un problema: el hecho de que el mayor acceso a estos bienes en las clases más bajas se produce por la obtención de pequeñas deudas y no por un aumento de ingresos monetarios debido a una mejor posición en la estructura social. Esto hace pensar erróneamente que los bienes materiales se correlacionan positivamente con la posición de clase ( Ruiz-Tagle y López-Morales ,2014 ), cuando en realidad solo se trata de una ilusión sustentada en aspectos de aspiración para resolver inconsistencias posicionales de clase (Araujo y Martuccelli, 2012).
Ahora bien, la posición de clase en la estructura social y espacial también es afectada por otras dimensiones. En este sentido, esta no explica la totalidad del sistema de repartos y desigualdades existentes en las sociedades, ya que hay otros aspectos adscritos que complejizan el escenario, por ejemplo, el origen étnico y el nacional de las personas. Ambas variables operan de manera paralela a la condición de clase, lo que repercute en la posición y movilidad que alcance una persona en la estructura social, pero también en la configuración social materializada en las ciudades (Short, & Martínez, 2020).
De esta forma, es pertinente debatir un enfoque distinto sobre estratificación socioespacial basado en variables de caracterización compleja que incluyan otras dimensiones, además de la clase. Y esto es especialmente necesario en el caso de ciudades chilenas ante la persistencia de dos fenómenos. Por un lado, la presencia histórica e intensificación en los últimos años de la migración internacional y, por otro, la consolidación de grupos con alguna adscripción étnica, los cuales no siempre habitaron o pudieron habitar lo urbano 1 .
Con base en un indicador de clase social optimizado para observar las complejidades sociales de espacios urbanos chilenos, el presente manuscrito propone analizar las dinámicas de la estratificación socioespacial en dos conurbaciones para el período 2002 y 2017: Temuco-Padre Las Casas e Iquique-Alto Hospicio. Este análisis tiene dos particularidades: en primer lugar, el indicador de clase se construyó desde las distinciones ocupacionales de las personas y no a partir de su condición económica, lo que permitió establecer el predominio de distintos grupos en estas dos ciudades. En segundo lugar, este indicador de clase social fue correlacionado estadísticamente con el origen étnico y nacional con el fin de determinar los pesos de cada variable a la hora de entender la desigualdad espacial. Finalmente, se proponen tres modelos de regresión lineal múltiple para cada conurbación y año, en los cuales se muestran los grados de ajuste entre estructura socioespacial y las otras variables consideradas.
Tres son los motivos por los cuales estas conurbaciones son contempladas en este trabajo: 1) son dos espacios con gran crecimiento poblacional en las últimas décadas; 2) ambas presentan signos de distinción social basados en origen étnico y nacional; y 3) ambas áreas no han sido objeto preferente de estudio en Chile.
La estructura del artículo presentará una revisión de las ideas que han atravesado la discusión sobre estratificación social y espacial, para observar desde ahí el rol de las variables asociadas al origen étnico y nacional de las personas. El apartado metodológico se centrará en los pasos, variables y el procesamiento de las bases de datos construidas para ambas ciudades. En los resultados se expondrán los antecedentes estadísticos y cartográficos referidos a ambas conurbaciones, organizadas en dos dimensiones críticas frente al sentido de la estratificación socioespacial como expresión compleja en las ciudades estudiadas. Finalmente, se plantean algunas ideas relacionadas con los motivos de las diferencias encontradas entre ambas conurbaciones.
Clases sociales y las diversas expresiones de la estratificación social
La definición de la estructura social se relaciona con el desempeño que las personas tienen en el mercado laboral. A su vez, esto tiene que ver con las relaciones para producir y el control de los medios de producción (Olin Wright, 2015), además de los grados de calificación para desarrollar una labor de acuerdo con la educación (Weber, 2014). Estas estructuras sociales, basadas en posiciones variables de clases como resultado de la ocupación desempeñada en el mercado laboral, no necesariamente permanecen inmóviles en el tiempo, debido a que las personas pueden traspasar los límites de su grupo original e integrar nuevas clases a lo largo de sus vidas. Lo anterior dependerá del grado de rigidez con el que operen los mecanismos de movilidad en un sistema social en particular. Por ejemplo, en la India aún es posible observar que la estratificación social se asocia fuertemente al sistema de castas, razón por la cual se le hace más difícil a una persona moverse socialmente en dicha estructura (Arabsheibani et al., 2018 ). A diferencia de esta nación, la gran mayoría de los países ha experimentado la movilidad social de sus miembros, hecho constatado en la disminución de la mano de obra no calificada y en el aumento del sector profesional de tipo técnico y administrativo (Erikson, & Goldthorpe, 1992; Savage et al., 2013).
Bajo estos principios, la estructura social chilena también ha mostrado importantes transformaciones. La disminución de las actividades agrícolas (León y Martínez, 2001), la tercerización de la fuerza de trabajo, la burocratización del trabajo asalariado en el mundo privado y la pérdida del empleo estatal generaron una nueva estructura de clases en Chile (Martínez y Tironi, 1985). Muestra de ello es la ampliación de la clase media, muy diversa internamente ( Mac-Clure, 2012 ) y la reducción de la clase obrera (Espinoza et al., 2013 ; Torche y Wormald ,2004 ). A pesar de lo anterior, estos cambios no implican que todas las barreras de clase de la estructura social chilena sean permeables a nuevos integrantes, ello debido a que los patrones de movilidad social tienden a ser limitados. En este sentido, solo se generan pequeños movimientos entre grupos cercanos, algo no significativo en términos de traspasar las barreras de las clases más acomodadas ( Espinoza y Núñez ,2014 ; Torche, 2005 ).
Sin embargo, no solo la clase social en términos ocupacionales modela los sistemas de estratificación social. Otras características adscritas de las personas como la raza, la etnia, el género y el origen nacional son muy relevantes para entender los procesos de relativización de la posición social en determinadas sociedades (Bashi, & McDaniel, 1997; Baxter, 1992 ; Nam, 1959 ; Telles, & Paschel, 2014). Dos de estas dimensiones son centrales para el argumento del siguiente artículo: la etnia y el origen nacional.
En primer lugar, los fundamentos que permiten tensionar la relación entre clase social y otras dimensiones han sido considerados tempranamente en las ciencias sociales, en especial, aquellas relacionadas con los rasgos fenotípicos de una persona asociados a su color de piel u origen étnico. El mismo Marx reflexiona en torno a la relación entre clase y raza a propósito de la Guerra Civil norteamericana a mediados del siglo xix, señalando que el capitalismo no solo basa gran parte de su funcionamiento en la esclavitud, sino también que la condición de afrodescendiente favorece los procesos de enajenación de esta población al interior de las clases obreras (Anderson, 2017). En una dirección similar, Aníbal Quijano (2019 ) señala que la conquista de América introdujo instrumentos de control social perdurables hasta nuestros días. Estos se relacionan con lo que él denomina colonialidad del poder, término que hace referencia, entre otras cosas, a la creación de la categoría “raza” como eje central del control eurocéntrico de poblaciones con orígenes étnicos diversos más allá de las fronteras europeas ( Quijano, 2019 ).
Bajo estos antecedentes, en América Latina la evidencia muestra que pertenecer a un grupo étnico tiene una relación con los patrones de movilidad social, independiente de la condición de clase de las personas. En este sentido, y basados en prejuicios de apariencia y de origen ( Nogueira, 2008 ), las personas presentan diferencias de movilidad social ascendente y, por tanto, de oportunidades específicas dentro de la sociedad. Esto se expresa de dos formas: por un lado, las diferencias en el estatus socioeconómico entre personas con y sin adscripción étnica, donde los primeros tienden a presentar menores retornos económicos (Valenzuela et al., 2017 ; Villarreal, 2010 ) y, por otro lado, los obstáculos a los mecanismos de movilidad social en donde la población indígena enfrenta mayores barreras en la estructura social ( Cantero y Williamson ,2009 ; Telles, & Paschel, 2014).
Ser un migrante internacional también es un factor que permite entender la diversidad interna de un determinado sistema de estratificación social. En este sentido, las dimensiones que explican la posición de clase de las personas no siempre traspasan las fronteras nacionales, resultando de ello adecuaciones al sistema de reparto simbólico y material del país de recepción ( Mora y Montenegro ,2009 ). Las posiciones ventajosas del migrante en este se vinculan con el imaginario civilizador del país de procedencia ( Canales, 2019 ), algo que en América Latina determinó acciones concretas de los Estados para incentivar tipos idealizados de población migrante ( Quijano, 2019 ). Por otro lado, las posiciones desventajosas de este migrante dentro del nuevo sistema social que lo alberga tienden a vincularse con rasgos raciales o étnicos ( Duany, 1998 ), algo que, como se mencionó anteriormente, se relaciona negativamente con la posición de clase alcanzada en términos ocupacionales.
La estratificación social también es espacial
Las formas de reproducción del espacio social ya detalladas también se inscriben en el espacio físico. Para entender este proceso, Bourdieu (2018 ) señala que la combinación de capitales en los individuos hace que estos tiendan a moverse en campos sociales que se ajustan a la estructura mental, motivo por el cual los espacios físicos, por ejemplo, suelen ser ocupados por personas muy similares entre sí. Ello hace que ciertos territorios sean atractivos y ventajosos para algunos, mientras que, en la medida en que dichas áreas no concuerden con la posición alcanzada en el espacio social, para otras personas son motivo de rechazo (Kaufmann et al., 2004 ).
Muchos de los trabajos referidos a la relación entre el sistema de estratificación social y el espacio físico están relacionados con las adecuaciones identitarias que las clases medias y bajas hacen cuando aspiran y eligen un lugar para vivir. En este contexto, Savage et al. (2005) encuentran diferencias en los principios de identidad utilizados para consolidar la decisión residencial entre clases medias y bajas. Las primeras buscan lugares que les permitan tener una relación con aquellos considerados como iguales, para la cual establecen una pertenencia electiva. Por el otro lado, las clases bajas, producto del déficit de capital económico, priorizan las cualidades básicas del espacio habitado movilizadas por la nostalgia. Cabe destacar que la pertenencia electiva puede funcionar, además, bajo mecanismos de selectividad de elementos materiales y simbólicos de las áreas elegidas para vivir, algo que busca maximizar la coherencia entre espacio social y espacio físico ( Stillerman, 2017 ; Watt, 2009 ). En Chile, Méndez (2008 , 2018) ha estudiado estos procesos en las clases medias de Santiago, constatando que, entre otros aspectos, dichos grupos construyen fronteras simbólicas y morales para distinguirse internamente, resultando de ello una distancia discursiva entre clases medias auténticas y tradicionales.
Sin embargo, y a pesar de la importancia que tiene analizar la estratificación social para entender las desigualdades presentes en las ciudades, la mayor parte del tratamiento que se hace de las diferencias en los espacios físicos no contempla la discusión en torno a los modelos de exploración de los sistemas sociales. Si bien algunos trabajos destacan el rol de la variable ocupación a la hora de observar las diferencias socioespaciales en las áreas urbanas (Fuentes et al., 2017 ; Link et al., 2015), en general, su tratamiento está centrado en nociones que no contemplan los determinantes y consecuencias de la clase social. Una de ellas es la segregación residencial, término que hace referencia al grado de proximidad o distancia espacial de personas que pertenecen a un mismo grupo social, entendido esto último como la homogeneidad interna de un determinado lugar en términos étnicos, de ingresos, educacionales, raciales o etarios (Massey et al., 2009 ). En términos prácticos, para estudiar la segregación residencial se recurre a una serie de modelos estadísticos, como el índice de disimilitud (Duncan, & Duncan, 1955) y sus adecuaciones (Massey, & Eggers, 1990) o el índice de exposición ( Mach, 1975 ), todos los cuales buscan evidenciar la existencia o no de grupos diversos en un espacio particular. Si bien la discusión y los resultados sobre segregación residencial son relevantes en términos de mostrar patrones de concentración de grupos diversos en los espacios, no ayudan a comprender los complejos procesos de desigualdad social en las ciudades contemporáneas.
En el contexto chileno, las aplicaciones de los modelos de segregación residencial han dibujado una parte importante de las discusiones sobre fragmentación espacial, considerando para ello las estimaciones socioeconómicas basadas en la posesión de bienes materiales de un núcleo familiar (Agostini et al., 2016 ; Sabatini et al., 2017; Vergara y Garín ,2016 ), algo muy diferente a lo propuesto en los modelos de estratificación social. Pero ¿qué ocurre en términos de desigualdad social en aquellos espacios donde la dimensión socioeconómica, central para la segregación residencial, interactúa con otros posibles determinantes de la exclusión social como el origen étnico o nacional?
Las diferencias en el sistema social de clase asociadas a la raza, etnia o nacionalidad se trasladan también al espacio urbano, determinando con ello un tipo de fragmentación que complejiza las simples divisiones socioeconómicas con las que comúnmente se estudia a la segregación residencial, especialmente en Latinoamérica. Prueba de ello son los diferenciales de concentración espacial observados en la población afrodescendiente en países como Estados Unidos (Casey et al., 2017; Massey, & Eggers, 1990; Pattillo, 2005 ); Gran Bretaña (Sturgis et al., 2014 ) o Brasil (Valente, & Berry, 2020), hecho que termina por estructurar ciudades con importantes divisiones raciales o étnicas. A lo anterior se suman los determinantes de origen nacional de las personas (Bayona-Carrasco, & Gil-Alonso, 2011; Contreras et al., 2015; Denton, & Massey, 1988), todo lo cual complejiza el fenómeno de la segregación residencial en las ciudades contemporáneas. En Estados Unidos, por ejemplo, se ha observado que las personas latinoamericanas, asiáticas y afrodescendientes que en general provienen del extranjero tienen niveles de segregación residencial más altos que los latinos blancos y la población que nació en Estados Unidos (Iceland, & Scopilliti, 2008). De igual forma, en ciudades de Brasil se registran importantes grados de segregación racial, pero mientras algunos trabajos muestran que esta ha disminuido en los últimos 30 años ( França, 2018 ), otros siguen insistiendo que este es aún un fenómeno muy presente, razón por la cual se generan procesos de segregación sutil entre negros y blancos de clases bajas, lo que tiende a agravarse cuando se observa a las clases medias y altas (Valente, & Berry, 2020).
Los estudios en Chile respecto de estas formas variadas de segregación residencial tienden a ser escasos. Por un lado, y en términos étnicos, algunas de estas investigaciones plantean que, si bien se identifican patrones de segregación étnica en ciudades chilenas ( Gissi, 2004 ; Rojo-Mendoza y Mercado Cerroni ,2019 ), estos no son tan importantes como los que condicionan los determinantes socioeconómicos. En este sentido, la convivencia interétnica es más probable que la dada por las barreras de clase ( Sabatini y Rasse ,2017 ). Por otro lado, y en cuanto al origen del migrante internacional, se menciona que este se distribuye de manera aleatoria en ciudades como Santiago de Chile, evitando con ello la formación de guetos ( Schiappacasse, 2008 ), y que, al igual como ocurre en el caso del origen étnico, las diferencias espaciales están más determinadas por la posición de clase que ocupan en el sistema social chileno ( Canales, 2019 ).
El contexto. Temuco-Padre Las Casas e Iquique Alto-Hospicio como casos de estudio
Las dos conurbaciones contempladas en este trabajo, Temuco-Padre Las Casas e Iquique-Alto Hospicio, son ciudades que presentan una diversidad social importante en términos étnicos, de origen nacional y socioeconómico. Si bien esta última dimensión no es un aspecto distintivo de estos espacios, en la medida en que los trabajos sobre segregación residencial en Chile muestran que este fenómeno es extendido en el país (Agostini et al., 2016 ; Azócar et al., 2008; Vergara y Garín ,2016 ), el hecho de que conviva con otros potenciales determinantes de la desigualdad socioespacial hace interesante el análisis de estas conurbaciones.
En términos históricos, la unidad urbana de Temuco-Padre Las Casas se encuentra influenciada por la ocupación que hizo el Estado chileno a fines del siglo xix. En este sentido, la ciudad de Temuco fue planificada primero sobre la base de una ocupación militar ( González y Bernedo ,2013 ), para luego construir los cimientos de un territorio que permitiera organizar y recibir el capital producido por el trabajo agrario del entorno. Bajo este último objetivo, y sumado al incentivo a la migración europea que hizo el Estado, una parte importante de la naciente ciudad quedó, por un lado, en manos de militares y comerciantes chilenos y, por otro, de extranjeros, principalmente franceses y alemanes ( Rojo-Mendoza y Hernández ,2019 ).
En este escenario inicial de planificación urbana, la población más pobre, vinculada con migrantes rurales y mapuche que llegaban a la ciudad, quedó absolutamente excluida, y tuvo que conformarse con áreas inundables de la ribera del río Cautín o emplazadas en el frente fluvial de la actual comuna de Padre Las Casas. El resultado de esta exclusión trasunta en las masivas tomas de terrenos en estas áreas como una forma de solución habitacional autogestionada (Vergara et al., 2015 ).
De esta manera, Temuco-Padre Las Casas es una conurbación marcada por dos procesos demográficos que hasta hoy perduran en términos de sus consecuencias sociales y políticas sobre el espacio: 1) la expulsión de la población mapuche que habitaba estos territorios, hecho ocurrido en vastas áreas de la denominada macrozona sur; y 2) la llegada de migrantes internacionales como agentes civilizadores y de modernización ( Rojo-Mendoza y Hernández ,2019 ). Como resultado de lo anterior, la actual conurbación presenta importantes diferencias de concentración espacial de grupos sociales en términos socioeconómicos (Garín et al., 2009 ), muchas de las cuales son herencia del sistema socioespacial instaurado durante el siglo xix (Rojo-Mendoza e Hidalgo, 2021). Por este motivo, es posible observar hoy que los espacios con mayor cantidad de población vulnerable concentran también los mayores porcentajes de personas mapuche, estableciendo con ello una estrecha relación entre clase y etnia en esta conurbación ( Rojo-Mendoza, 2021 ).
Al igual como ocurre en la conurbación del sur, Iquique-Alto Hospicio conforman un área urbana que presenta importantes diferencias socioespaciales. En Iquique, por una parte, se advierte una faceta de desarrollo urbano impulsada por la Zona Franca, zofri. La zofri, creada en 1975 con fines geopolíticos, colocó a la ciudad en la punta del eje articulador costa-desierto, lo que convirtió a este espacio en el principal mercado y puerto, además del lugar que concentraba la mayor cantidad de población de la región (Stefoni et al., 2021 ). Así, ciudades como Pozo Almonte y el mismo Alto Hospicio dependen de Iquique y la itinerancia de los convoyes de mercancías que van hacia Bolivia, que sirven al mismo tiempo de transportes terrestres para acceder a servicios médicos, educacionales y bancarios, entre otros, también lo hace. De igual forma, una parte importante de la población que habita esta ciudad ha experimentado procesos de precarización residencial producto de los ajustes espaciales del mercado después del terremoto de 2014 (Labbé et al., 2016 ), lo mismo que la alta concentración de población migrante internacional que vive en zonas céntricas bajo inadecuadas condiciones de habitabilidad ( Contreras y Palma ,2015 ).
Por otro lado, Alto Hospicio, comuna que experimentó un 800 % de crecimiento poblacional entre 1992 y 2002 ( Figueroa y Fuentes ,2009 ), forma parte de los municipios creados al alero de la Constitución Política de 1980 y de la Ley Orgánica de Municipalidades de 1988 que convirtió de manera progresiva a los municipios en pequeños condados, capaces de resolver una cantidad relevante de demandas sociales, pero con limitaciones presupuestarias que explican, en parte, los procesos de segregación ( Fernández, 2013 ; Imilan et al., 2020). Bajo esta matriz político-administrativa, y algo central en la historia de esta comuna creada en 2004, sus espacios han cumplido una función muy relevante en la consolidación residencial de aquellas viviendas irregulares erradicadas de la ciudad de Iquique desde la década de los setenta ( Arriaza, 2004 ). Esto último, permite comprender además la presencia y posterior transformación de campamentos en habitaciones definitivas en la actualidad (Imilan et al., 2020 ).
De esta manera, y al igual como ocurre en la conurbación del sur, Iquique-Alto Hospicio es un área urbana con importantes diferencias socioespaciales entre ambas comunas. Sin embargo, la existencia masiva e histórica de población migrante internacional es algo común en estos espacios urbanos. Su presencia, mayoritariamente procedente de Perú y Bolivia, se explica por los ciclos económicos y ventajas que ofrece el cruce de las fronteras cercanas ( Tapia, 2012 ). Estos grupos acceden especialmente a la ciudad de Iquique para habitar los mismos espacios que antes eran ocupados por migrantes internos ( Contreras y Palma ,2015 ); pero esta vez, y además de las barreras asociadas al mercado especulador de la vivienda (Tapia et al., 2021 ), estas personas deben enfrentar la discriminación y prejuicio por el lugar de origen (Contreras et al., 2015 ). En cuanto a Alto Hospicio, se observa en los últimos años una mayor concentración de población migrante internacional en los 30 campamentos existentes ( Ministerio de Vivienda y Urbanismo, 2019).
Metodología
Con el fin de responder al objetivo del artículo, esto es analizar las dinámicas de estratificación socioespacial en ambas conurbaciones en términos de la relación entre clase, origen étnico y nacional, se seleccionaron y procesaron un conjunto de microdatos censales a nivel de zonas censales urbanas 2 , correspondientes a los años 2002 y 2017 para las comunas de Iquique, Alto Hospicio, Temuco y Padre Las Casas. Para organizar este análisis, se usaron dos estrategias metodológicas: 1) la construcción de un indicador asociado al predominio de ciertas clases sociales en el espacio urbano, que sigue los lineamientos de otros trabajos referidos a ciudades medias ( Rojo-Mendoza, 2020 ); y 2) correlaciones bivariadas y modelos de regresión lineal múltiple entre dicho indicador y variables como el origen étnico y nacional.
La primera estrategia metodológica, cuyo objetivo fue determinar las concentraciones de clases sociales al interior de ambas conurbaciones, combina los porcentajes de participación de la población activa en el sector primario, secundario y terciario con los promedios de años de escolaridad de esta población en cada zona censal urbana y para ambas áreas conurbadas. Cada uno de los valores asociados a estas variables se presenta en puntajes estandarizados, para luego ser ponderados con distintos valores, resultando de ello un puntaje final que denominamos “Índice de tipologías socioespaciales”, itse. Este indicador finalmente representará la condición de clase social y su predominancia en los espacios urbanos analizados. La ponderación entregada a cada variable para la creación de este índice se detalla a continuación:
Donde:
z sectorp, corresponde al puntaje estandarizado del porcentaje de población que trabaja en el sector primario por cada zona censal.
z sectors, corresponde al puntaje estandarizado del porcentaje de población que trabaja en el sector secundario por cada zona censal.
z sectort, corresponde al puntaje estandarizado del porcentaje de población que trabaja en el sector terciario por cada zona censal.
Cabe señalar que la utilización de la rama de actividad obedece a la ausencia de la variable ocupación en el censo de 2017, dimensión central para determinar las posiciones de clase en los modelos de estratificación social (Erikson, & Goldthorpe, 1992; Savage et al., 2013), incluidos los asociados al espacio (Fuentes et al., 2017 ; Link et al., 2015). Por ello, y con el fin de comparar ambas conurbaciones en el tiempo, se decidió crear el itse, utilizando la variable proxy a la ocupación como lo es la rama de actividad. Las ponderaciones entregadas a las dimensiones involucradas en el indicador obedecen a las adecuaciones necesarias producto de la ausencia de la variable ocupación desempeñada. Así, y debido a la gran variabilidad existente al interior de los sectores económicos, los años de escolaridad ajustan las posiciones que las personas tienen en el mercado ocupacional. Esta decisión se fundamenta en la discusión respecto de que la educación sigue siendo importante para la distribución del poder que tienen las personas en el mercado laboral y estamental en toda la sociedad (Weber, 2014), independiente de que su impacto sea un tanto más limitado en la actualidad (Mok, & Qian, 2018; Rodrigo, & Oyarzo, 2021).
Una vez otorgados los puntajes ITSE a cada zona censal urbana de ambas conurbaciones, se aplicó un análisis de clasificación de conglomerados jerárquicos, predeterminando para ello la solución de cinco clústeres. Esta solución única de grupos permitió generar las comparaciones en el tiempo y entre cada uno de estos espacios, evitando así realizar ajustes y recodificaciones en casos particulares. De igual forma, todos los clústeres se construyeron sobre agrupaciones de zonas urbanas con menos de 5 puntos de desviación estándar entre sí. Como último procedimiento de este primer momento metodológico, se calcularon las medias de los puntajes itse para cada clúster creado, y se ordenaron posteriormente de mayor a menor valor, lo que dio como resultado 5 categorías socioespaciales que muestran el predominio de las siguientes clases sociales: Muy Alta, Alta, Media, Baja y Muy Baja. Así, estas categorías, aplicadas a ambas conurbaciones para los años 2002 y 2017, muestran tanto la concentración de ciertas clases sociales en determinados espacios, como las transformaciones socioespaciales en estos términos en el tiempo. Las cartografías resultantes muestran coincidencias con las observaciones en terreno que hizo el equipo de investigación que sustenta este artículo.
Respecto de la segunda estrategia metodológica, se procesó otro conjunto de variables asociadas a los microdatos censales, lo que permitió, además de complejizar conceptualmente los mecanismos de estratificación social por clase, establecer, en términos prácticos, los grados de homogeneidad y/o heterogeneidad social interna de las categorías socioespaciales creadas 3 . Estas variables corresponden a:
1) origen nacional, medido como la migración internacional reciente, es decir, aquellas personas que cinco años antes de la aplicación del censo se encontraban viviendo en otro país 4 ; y 2) porcentajes de población indígena principal en las zonas urbanas de ambas conurbaciones, esto es, mapuche para Temuco-Padre Las Casas y aymara para Iquique-Alto Hospicio. Cada una de estas nuevas variables fueron correlacionadas en términos bivariados con el itse de cada conurbación, indicador que sustenta las cinco categorías de clases sociales construidas, para finalmente generar tres modelos de regresión lineal, dos simples y uno múltiple. El conjunto de estos procedimientos muestra el grado en el que la estratificación socioespacial basada en clase se relaciona con la etnia y el origen nacional en ambas conurbaciones en el período 2002-2017.
Por último, para el procesamiento de los datos expuestos se utilizó el software SPSS 20, mientras que para la elaboración de las cartografías de ambas conurbaciones se dispuso de la cobertura vectorial en tipología de polígonos de las manzanas censales urbanas para los años 2002 y 2017 (Instituto Nacional de Estadísticas [ine], 2002, 2017).
Radiografía socioespacial de las conurbaciones estudiadas
Ambas conurbaciones se componen de ciudades medias que han tenido un importante crecimiento demográfico en las últimas décadas. Tal como lo muestra la Tabla 1 , Temuco-Padre Las Casas aumentó su población en más de 50 mil habitantes entre 2002 y 2017 (un 15,2 %), mientras que Iquique-Alto Hospicio lo hizo en más de 80 mil en el mismo período (un 28,7 %). En esta última intercomuna, el rol de Alto Hospicio es clave para entender este crecimiento demográfico general, debido a la concentración de áreas residenciales vinculadas con campamentos, alternativa de permanencia en la vida urbana que caracteriza a esta zona y que es la expresión del desarraigo que muchos de sus habitantes experimentaron en la ciudad de Iquique durante el pasado ( Arriaza, 2004 ; Imilan et al., 2020).
Estas dos áreas urbanas también comparten una similar distribución porcentual de su población activa en las ramas de actividad primaria, secundaria y terciaria de la economía. En ambos casos el sector terciario es dominante, mientras que el sector primario y secundario han marcado una tendencia a la baja en términos porcentuales, independientemente de que en el caso de Iquique-Alto Hospicio se observe una pérdida más atenuada de ambos ámbitos económicos en el período analizado ( Tabla 1 ).
Donde sí existen diferencias importantes entre estas dos conurbaciones es en lo referido a la población migrante internacional y aquella que adscribe a un pueblo indígena, ambas variables relevantes en este artículo. En el caso de la primera, la conurbación del sur de Chile no alcanza a registrar el 1 % de su población en calidad de extranjera en los años analizados, mientras que, en las ciudades del norte, los migrantes internacionales aumentaron en cerca de un 15 % en el mismo período, llegando a representar un 16,3 % de toda la población de esta conurbación en el año 2017 ( Tabla 1 ). Además, y algo que será importante de considerar al momento de interpretar la relación entre tipología socioespacial y migrante, el origen nacional de la migración es diferente: mientras en el norte los países que contribuyen con esta migración son Bolivia y Perú, en las ciudades del sur son Argentina y España 5 .
Por otro lado, y en cuanto a la concentración de población indígena en ambos espacios, en Temuco-Padre Las Casas cerca de un 30 % de la población adscribía al pueblo mapuche el año 2017, 10 % más de lo que ocurría en 2002. En el norte de Chile, la presencia de población aymara, principal pueblo indígena en estas ciudades era baja para año 2002 con solo un 4,2 % del total, no obstante, aumentó su presencia al 12,9 % en 2017 ( Tabla 1 ). Estas distinciones en términos de la magnitud de la población indígena que vive al interior de ambas conurbaciones también se extiende a las formas que adquiere su distribución en el espacio, estableciendo con ello, tal como se verá más adelante, sismas socioespaciales diferenciados.
En términos de la distribución y concentración de las cinco categorías sociales creadas en ambas conurbaciones, los resultados dan cuenta del sistema de estratificación socioespacial basado en la clase de estos territorios. Tal como lo muestra la Figura 1 , en Temuco-Padre Las Casas las clases sociales muy altas tienden a concentrarse en el centro y poniente de la ciudad, fortaleciendo su presencia en el período 2002-2017. Por su parte, y siempre en la misma conurbación, las clases sociales más bajas están presentes con mayor fuerza en la comuna de Padre Las Casas, en la ribera del río Cautín y en el sector de Pedro de Valdivia en la comuna de Temuco. Cabe destacar que la intensificación de las políticas subsidiadas y de viviendas sociales en esta conurbación ha generado áreas residenciales desacopladas de la zona urbana consolidada, como el sector de Labranza y Portal San Francisco (Rojo e Hidalgo, 2021), ambos espacios que concentran clases sociales bajas o muy bajas según los resultados ( Figura 1 ).
A diferencia de lo que ocurre en Temuco-Padre Las Casas, la conurbación del norte de Chile ha experimentado algunos cambios en la localización de las clases sociales en el período 2002-2017. Como muestra la Figura 2 , las clases sociales más altas pasaron de estar mayormente concentradas en un amplio espacio asociado a la costa y el centro de la ciudad de Iquique, a localizarse en torno a la playa Cavancha y en un área muy delimitada al sur de esta misma ciudad. Lo interesante es que, en este mismo período, si bien las clases sociales muy altas redujeron su cobertura espacial de residencia, las clases altas se extendieron por toda la zona costera de la ciudad de Iquique. Respecto de las clases sociales más bajas, estas tienden a localizarse en el extremo norte, profundizando su presencia en el centro histórico de esta misma ciudad para el año 2017. Interpretación aparte merece la alta concentración de clases bajas y muy bajas en Alto-Hospicio ( Figura 1 ), comuna que, desde antes de su creación, ha albergado una parte importante de la población sin viviendas y erradicada de la ciudad de Iquique.
Los vínculos espaciales entre clase, etnia y nacionalidad en el norte y sur de Chile
Una vez descritas algunas características generales, además de la distribución cartográfica que muestra la estructura socioespacial en ambas conurbaciones, un segundo nivel de resultados corresponde a las relaciones que existen entre este sistema de clases en el espacio, representado en el itse construido, y las dos variables que modelan la forma que
adopta la estratificación social y espacial: el origen étnico y nacional de las personas. En otras palabras, esto apunta a visualizar en qué medida ambas estructuras socioespaciales construidas conviven con estas dos características adscritas de las personas, además de observar su evolución en el tiempo.
En la Tabla 2 se muestran las correlaciones de Pearson bivariadas entre el itse (clase social), origen étnico y origen nacional en ambas conurbaciones. Entre las correlaciones más fuertes en Temuco-Padre Las Casas, destaca el porcentaje de población mapuche con las otras dos variables, lo que convierte a esta dimensión en una de las más importantes al momento de observar cómo la clase convive con otras dimensiones en este espacio. Así, en la medida en que aumenta el puntaje itse, es decir, se vive en un sector en el que predominan las clases más altas, el porcentaje de población mapuche disminuye, dirección que se consolida en el período 2002-2017. En este sentido, se pasa de una correlación de Pearson de -,420 en 2002 a una de -,820 en 2017.
En cuanto al origen nacional de las personas, la población mapuche reduce su presencia en la medida en que aumentan los extranjeros dentro de un espacio determinado de Temuco-Padre Las Casas, pasando de una relación no significativa del -,236 en 2002 a una significativa y moderada del -,574 en 2017. Esto se debe a que la población extranjera ocupa espacios con predominio de clases sociales más altas de la conurbación, tal como lo muestran las correlaciones de la Tabla 2 y la Figura 3 para el período analizado, espacios a los cuales la población mapuche no tiene acceso según estos antecedentes.
La Tabla 2 también muestra las correlaciones bivariadas entre las mismas variables, pero esta vez en Iquique-Alto Hospicio, espacio que presenta importantes diferencias con respecto a las ciudades del sur descritas anteriormente. En primer lugar, si bien la presencia de población aymara tiende a ser más baja en la medida en que la concentración de clases altas aumenta en los espacios, las magnitudes de dicha relación
son menores a las constatadas en Temuco-Padre Las Casas, pasando de una correlación moderada de -,566 en 2002 a una relativamente fuerte de un -,742 en 2017. En este sentido, si bien la adscripción étnica de una persona explica en parte los patrones de estratificación socioespacial en esta intercomuna, hecho que se agudiza en el tiempo, estas dinámicas no alcanzan los niveles registrados en las dos ciudades asociadas a la conurbación del sur. Esta menor vinculación entre origen étnico de la población y la estructura socioespacial en las ciudades de Iquique y Alto Hospicio también se replica, en cierta forma, en las correlaciones que se dan entre el porcentaje de población aymara y la población migrante internacional, la cuales no son significativas estadísticamente en el período analizado.
La relación entre ITSE o clase social y migrante internacional también es débil en los espacios del norte chileno. Mientras que, para el año 2002 esta no es significativa estadísticamente, en 2017 apenas alcanza un r de -,280, correlación baja y que solo es válida con un margen de error al 5 %. Hay que recordar que esta relación en Temuco-Padre Las Casas pasa de moderada a medianamente fuerte en el mismo período analizado ( Tabla 2 ). De esta forma, espacios con distintas concentraciones de clases sociales presentes en la conurbación del norte conviven con la población extranjera, evidenciando con ello que la estructura socioespacial basada en la clase no es condicionada por la presencia de migrantes internacionales, hecho que ocurre con mayor fuerza en las ciudades analizadas del sur de Chile. Esto, que se muestra en la Figura 4 , hace que los extranjeros que llegan a Iquique-Alto Hospicio vivan en áreas con distintas concentraciones de clases sociales, independiente que hacia el año 2017 la inclusión espacial esté un tanto más limitada que en 2002.
Escenarios de la diversidad socioespacial en las ciudades analizadas
Con el objetivo de saber qué conurbación presenta una estructura socioespacial más permeable a la influencia de variables como el origen étnico o nacional, se aplicaron tres modelos de regresión lineal simples y múltiples a cada unidad territorial estudiada y para el período de años considerados. Estos tres modelos presentan una lógica secuencial de incorporación de las variables independientes, esto es, la condición de migrante internacional y la adscripción étnica. Por esta razón, el modelo 3 contempla a todas estas variables independientes, además de la dimensión dependiente del itse o clase social.
Como se observa en la Tabla 3 , las ciudades de Temuco y Padre Las Casas presentan mayores niveles de determinación de la etnia y el origen nacional en su estructura socioespacial que la conurbación del norte chileno. En este sentido, y contemplando el año 2017, el origen nacional explica un 43,3 % del lugar en el que viven las personas; el origen étnico un 71,4 %; y el conjunto de estas dos variables un 75,8 %. Estos
porcentajes son más elevados que los presentados en el año 2002, con un 22,1 %, un 20% y un 33,9 %, respectivamente. Cabe destacar la importancia que adquirió en el tiempo la condición de migrante internacional y la adscripción étnica al momento de entender la distribución social en el espacio de esta conurbación, pasando de un r moderado de 0,600 en 2002 a uno fuerte de 0,874 en 2017. Debemos recordar que las relaciones bivariadas entre estas dos variables independientes del modelo 2 y el itse o clase social tuvieron comportamientos diferenciados: mientras el origen étnico se correlacionó negativamente con la clase social predominante en un espacio en ambos años, duplicando la fuerza de su relación en este período, la condición de extranjero también fortaleció su relación con la misma variable, pero en una dirección positiva (Tabla 2). Esto indica que, por ejemplo, en una misma unidad espacial asociada a las clases más altas de la conurbación, se excluyó a la población mapuche e incluyó con mayor fuerza a los extranjeros, migrantes internaciones provenientes principalmente de Argentina y España.
A diferencia de lo que ocurre en las ciudades del sur de Chile, los grados de vinculación entre la estructura socioespacial y las características asociadas al origen étnico y nacional en Iquique-Alto Hospicio son un tanto más débiles. Pertenecer a la población aymara o ser extranjero explicaban, en conjunto, un 38,4 % el espacio que se habitaba en 2002, un 18,7 % menos de lo que ocurría en la conurbación del sur en el mismo año. La profundización de esta situación en el norte chileno no es tan considerable hacia 2017, aumentando a un 57,1% dicha explicación ( Tabla 3 ). De estas dos variables asociadas al modelo 3, y tal como se mencionó anteriormente, el ser extranjero no explica el espacio habitado en Iquique-Alto Hospicio, siendo apenas levemente significativa estadísticamente esta relación hacia el año 2017 (Tabla 2). Esto implica pensar una conurbación en que la condición de extranjero poco importa al momento de observar los patrones de estratificación socioespacial en áreas diferenciadas. Por último, hay que mencionar que si bien el grado de correspondencia entre todas las variables independientes y el itse o clase social (modelo 3 de la Tabla 3 ) es relativamente alto en el período analizado, con un r sobre el 0,7, el grado de explicación conjunta de las variables independientes sobre el tipo de espacio habitado en términos sociales es 18 % más bajo que el registrado en Temuco Padre-Las Casas en el año 2017. Es decir, y siempre observando el modelo 3, mientras la conurbación del sur pasa de una explicación del 33,9 % a un 75,8 % en el período 2002-2017, en Iquique-Alto Hospicio la trayectoria es de un 38,4 % a un 57,1 % durante los mismos años.
Consideraciones finales
Las estructuras de desigualdad social suelen inscribirse también en los espacios físicos. Como mostró este trabajo, las clases sociales, arquetipos bajo los cuales se ordenan los sistemas de reparto material y simbólico en las sociedades, presentan una distribución y concentración espacial de la que resulta una determinada estructura social en las ciudades. Si bien en ambas conurbaciones esta estructura ha consolidado determinadas clases sociales en las mismas áreas durante el período 2002-2017, Iquique-Alto Hospicio presenta un grado mayor de transformaciones, especialmente el centro histórico de la capital regional que se ha tugurizado en los últimos años.
Sin embargo, cuando se observa la coexistencia entre la estructura socioespacial basada en clase con el origen étnico y nacional, emergen diferencias importantes entre ambos espacios analizados. En primer lugar, la población con alguna procedencia étnica presenta distintos niveles de integración dependiendo del grado de concentración que tienen determinadas clases en los espacios. Por ejemplo, en el norte del país la población aymara tiene menos problemas para vivir en zonas preferentemente de clases altas, mientras que en el sur los mapuche están cada vez más excluidos de este tipo de espacios en el período analizado. Si bien ambos espacios presentan una estructura socioespacial más limitada y excluyente de aymara y mapuche en el tiempo, hecho constatado en los modelos de regresión, en las comunas del norte chileno esta estructura espacial basada en clase sigue siendo más permeable a personas provenientes de un pueblo originario. Por otro lado, algo similar ocurre con la población extranjera, muy numerosa y con mayor presencia en zonas diversas socialmente de Iquique-Alto Hospicio a diferencia de lo que ocurre en Temuco-Padre Las Casas. Cabe destacar que la población extranjera y aquella mapuche representan dos características centrales en la composición social de las ciudades del norte y sur de Chile respectivamente, pero su actuación como variables de determinación en la estructura socioespacial es distinta dependiendo del área que se observe, esto a pesar de que con el transcurrir del tiempo se ha equiparado dicha influencia.
Los resultados de este trabajo muestran que los sistemas de desigualdad social presentes en Chile no solo se transfieren a los espacios urbanos, sino también, y tal como ocurre en los modelos de estratificación que introducen dimensiones distintas a la clase social ( Canales, 2019 ; Cantero y Williamson ,2009 ; Valenzuela et al., 2017), las características adscritas de las personas representan aspectos que ayudan a comprender los niveles de inequidad espacial en nuestras ciudades. A pesar de no poder generar un modelo de estratificación basado estrictamente en la ocupación, debido a las limitaciones de datos disponibles para el período analizado, la construcción de un indicador de clases sociales vinculado con la preponderancia de tipologías socioespaciales (itse) permitió aproximarse a fenómenos más amplios como la integración social efectiva en espacios urbanos diversos socialmente de dos ciudades medias chilenas.
Las razones de las diferencias encontradas en la estructura socioespacial de ambas conurbaciones y sus niveles de intensidad en el tiempo escapan a los objetivos de este trabajo. Sin embargo, es posible esgrimir algunas conjeturas desde una perspectiva histórica. Iquique-Alto Hospicio es un área que no solo tiene un pasado asociado al Perú antes de 1883, sino también constituye un territorio de alta conectividad mercantil de trashumancia con Bolivia y las ciudades interiores de la Región de Tarapacá hasta hoy. Esto, sumado al carácter transnacional del pueblo aymara, hace de su estructura socioespacial algo más susceptible a la convivencia armoniosa entre clase, origen étnico y nacional. A diferencia del norte, Temuco-Padre Las Casas corresponde a un territorio anexado y transformado a través de la fuerza por el Estado chileno a fines del siglo xix. Este proceso de intervención hizo que el habitante mapuche fuera visto como un impedimento para el desarrollo nacional, mientras que el migrante europeo era el agente civilizatorio. Todo lo anterior no permite que existan niveles de vinculación espacial de personas mapuche más profundos en zonas de clases altas y que, por otro lado, estas mismas áreas privilegien el habitar de un tipo de extranjeros.
Independiente de estos motivos para entender las diferencias entre ambas conurbaciones en términos socioespaciales, por cierto, hipotéticos, los modelos aquí explicados señalan posibles tensiones espaciales en ciudades chilenas, lo que representa un desafío en la discusión acerca de la integración social en áreas urbanas.
Resumen:
Introducción
Clases sociales y las diversas expresiones de la estratificación social
La estratificación social también es espacial
El contexto. Temuco-Padre Las Casas e Iquique Alto-Hospicio como casos de estudio
Metodología
Radiografía socioespacial de las conurbaciones estudiadas
Los vínculos espaciales entre clase, etnia y nacionalidad en el norte y sur de Chile
Escenarios de la diversidad socioespacial en las ciudades analizadas
Consideraciones finales