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in Revista de Urbanismo
Entre lo social y lo construido: comprendiendo la caminata en barrios vulnerables de Santiago
Resumen:
Un número importante de trabajos ha buscado identificar aquellos atributos sociales y físicos que podrían propiciar la caminata. Sin embargo, poco se sabe de cómo estos influyen a las personas que caminan por barrios socioeconómicamente vulnerables. El artículo explora cómo la esfera social y el entorno construido influencian en la caminata en barrios vulnerables. Para ello, reporta los resultados de una investigación cualitativa llevada a cabo en cuatro barrios que experimentan un profundo deterioro en sus estructuras socioespaciales en Santiago de Chile. Los resultados muestran que aspectos de la esfera social (redes sociales, vínculos) influencian la percepción de inseguridad de las personas, la disposición a realizar viajes a pie con propósitos sociales, la extensión de los territorios que se consideran “caminables” y el sentimiento de soledad que acompaña muchas de las caminatas que ocurren en este tipo de barrios. Los atributos del entorno construido reflejan la esfera social, afectando la experiencia de la caminata, y son señales de riesgo que modifican el comportamiento de las personas, ayudando a delinear lo que se considera “normal”. El análisis evidenció que la caminata es una práctica de riesgo en los barrios vulnerables de Santiago; una actividad compleja que debiese ser protegida por estrategias multidimensionales que aborden simultáneamente la esfera social y el entorno construido.
Introducción
Existe un amplio consenso sobre los múltiples beneficios que otorga la caminata. En niños, esta facilita el desarrollo de habilidades de distinta naturaleza (espaciales, sociales) (Shaw et al., 2015; Waygood et al., 2017). En personas mayores, previene o dilata la aparición de dolencias crónicas y ayuda a visibilizar las necesidades de un grupo, muchas veces, marginado (Franke et al., 2019 ; Herrmann-Lunecke et al., 2022; Loo et al., 2017; Vecchio et al., 2020). En la población general, caminar mejora la salud física, mental y emocional (Kelly et al., 2018; Lee & Buchner, 2008). Es una práctica cotidiana que colabora con la reproducción de capitales de distinta naturaleza (económicos, sociales), una actividad a través de la cual las personas acceden al espacio público y ejercen ciudadanía ( Lorimer, 2011 ; Middleton, 2018 ; Rybråten et al., 2019; Spinney et al., 2015) y una alternativa viable para reemplazar muchos viajes que, a pesar de cubrir cortas distancias, se realizan en transporte motorizado (Goodman et al., 2012 ; Neves & Brand, 2019). Diversos estudios sugieren que la caminata es, además, vital para los grupos que se encuentran en situación de vulnerabilidad socioeconómica, pues permite salvar recursos y ayuda a mantenerse conectado con la comunidad ( Benediktsson, 2018 ; Bostock, 2001 ; Figueroa y Forray ,2015 ).
Por sus muchos beneficios, un número importante de trabajos ha buscado identificar aquellos atributos sociales y físicos que podrían propiciar la caminata (Ewing & Cervero, 2010; Hilland et al., 2020; Wang & Yang, 2019). Otros estudios han explorado los mecanismos que podrían permitir integrarla en políticas públicas de distinta índole (salud, transporte, planificación) (Buehler et al., 2016; Cavill et al., 2008). Sin embargo, a pesar de este interés generalizado en la caminata, poco se sabe sobre cómo el entorno afecta su práctica en condiciones de vulnerabilidad. Los escasos trabajos que han abordado las prácticas de las personas que se encuentran en vulnerabilidad socioeconómica sugieren que las caminatas ocurren sin importar las condiciones ambientales, pues, ante falta de recursos, no existen otras alternativas viables para desplazarse (Adkins et al., 2017 ).
El presente artículo busca colaborar con aquella discusión e indagar en las formas en que dimensiones de la esfera social y atributos del entorno construido influencian en las caminatas que ocurren en barrios vulnerables. Para alcanzar tal objetivo, el artículo reporta los resultados de una investigación secuencial llevada a cabo en cuatro barrios de Santiago de Chile que exhiben un profundo deterioro en sus estructuras socioespaciales. Se invitó a algunos de sus residentes a caminar y reflexionar acerca de sus experiencias cotidianas (entrevistas móviles), se observó el espacio público (observación no participante) y se catastró el entorno construido (mapeos). Con base en los hallazgos obtenidos, se invitó nuevamente a residentes de barrios vulnerables a opinar sobre imágenes que ilustran mejoras progresivas de un ambiente altamente deteriorado y a conversar sobre las precauciones que tomarían para caminar por lugares con similares características (entrevistas semiestructuradas con escenarios ficticios).
El artículo busca sumarse a un cuerpo de literatura que indica que la caminata es una práctica que se desarrolla desde la niñez y que evoluciona en el tiempo de acuerdo con experiencias personales, el contexto sociocultural y las oportunidades que ofrece el medio por el cual se circula (Ingold, 2011; Lorimer, 2011 ; Martínez, 2018 ; McFarlane, 2011). Asimismo, se pretende explorar la caminata en los contextos de alta desigualdad y segregación que caracterizan a las ciudades latinoamericanas y, más específicamente, en los barrios vulnerables de Santiago que, según la evidencia recogida por distintos autores ( Figueroa y Waintrub ,2015 ; Herrmann-Lunecke et al., 2020a; Iglesias et al., 2019), es donde más se camina. Investigando Santiago, el artículo también tiene por objetivo contribuir con la literatura chilena y colaborar en la emergente discusión acerca de los impactos del entorno construido y la esfera social sobre las caminatas que realizan grupos vulnerables y relegados ( Figueroa y Forray ,2015 ; Figueroa et al., 2019; Herrmann-Lunecke et al., 2022; Vecchio et al., 2020; Waintrub, 2018 ).
Excluyendo esta introducción, el presente artículo se estructura de la siguiente manera. En la sección dos se proveen detalles de los trabajos que han abordado las influencias de la esfera social y del entorno construido sobre las caminatas, poniendo especial énfasis en los pocos estudios que han explorado el contexto de vulnerabilidad socioeconómica. En la parte tres se describen en profundidad los métodos anteriormente delineados y los cuatro casos de estudio. El siguiente apartado contiene los principales hallazgos de la investigación y se encuentra organizada en tres subsecciones que cubren: las complejidades de las caminatas que ocurren en los barrios vulnerables, las influencias de los vínculos sociales y el entorno construido sobre los viajes que las personas realizan a pie. Luego se discuten los principales resultados del trabajo; mientras que la sección final contiene las conclusiones del trabajo, sus alcances y limitaciones.
Entorno construido, esfera social y caminata
Un extenso cuerpo de literatura ha buscado identificar los impactos que tiene el entorno construido sobre la caminata, avanzando sobre los hallazgos de trabajos pioneros que mostraron una estrecha correlación entre las características físicas de los lugares y los viajes que realizan las personas (Cervero & Kockelman, 1997; Handy et al., 2002). Compilados en numerosas revisiones y con enfoques eminentemente cuantitativos (Ewing & Cervero, 2010; McCormack & Shiell, 2011; Wang & Yang, 2019), la literatura ha sugerido que territorios densos, diversos (usos de suelo), bien conectados con el transporte público y los destinos urbanos (fuentes de trabajo, equipamientos) y con espacios públicos amigables con el peatón promoverían comportamientos más sustentables, formas de movilidad activa y, particularmente, la caminata.
Sin embargo, una serie de trabajos desarrollados durante las últimas dos décadas (2010-2020) han cuestionado aquella literatura en, al menos, tres formas. Næss (2015 ) indica que los estudios han tendido a dejar de lado el contexto sociocultural y cómo “media” en las influencias que el entorno construido ejerce sobre los viajes de las personas. Evidencia recolectada en distintos contextos sugiere, por ejemplo, que atributos que tradicionalmente han sido descritos como promotores de la caminata pueden tener impactos nulos en territorios que tienen puntos claves (p. ej. un cruce que debe ser obligatoriamente atravesado) en malas condiciones (Gallimore et al., 2011 ), mínimos en ciudades históricamente bien provistas de, por ejemplo, áreas verdes y equipamientos (Stefansdottir et al., 2019 ) e, incluso, desfavorables en lugares en donde tienen connotaciones negativas (p. ej. vegetación, densidad residencial, ver Figueroa et al., 2019).
Un segundo grupo de investigaciones indica que existen aspectos del entorno construido que delimitan las caminatas (convenciones, percepciones) y que no han recibido atención suficiente. El trabajo de Næss (2015 ), mencionado anteriormente, señala que el entorno construido, en combinación con otros factores sociales, puede influenciar lo que se considera “aceptable” o “normal”, coincidiendo con los hallazgos de Banerjee y Hine (2014 ), Pooley et al. (2014) y Hanson et al. (2016) que sugieren que las características físicas de las ciudades pueden hacer de la caminata una práctica que se siente inusual y extraña. Koskela y Pain (2000 ) reflexionan sobre el rol que tiene el entorno construido en las percepciones y afirman que las personas infieren desde los atributos físicos las cualidades sociales de los lugares; es decir, quiénes están presentes en el espacio público y qué actividades están realizando. En cierta forma, las conclusiones de los autores hacen eco de estudios clásicos (Gehl, 1987; Jacobs, 1961; Whyte, 1988), que han retratado la estrecha relación que existe entre las características físicas de los lugares y la vida pública.
Una tercera crítica emerge en términos de la manera cómo se miden los impactos del entorno construido a través de cambios en las “métricas” de la caminata. El tiempo que se camina, la distancia que se recorre y la frecuencia con la que se realizan viajes a pie han sido las variables a través de las cuales se ha medido la influencia del entorno construido, ocultando aspectos significativos de las caminatas (p. ej. experiencia) y minimizando el rol que las características físicas de los lugares pueden tener para los desplazamientos de grupos que tienen menos opciones (Figueroa et al., 2019 ). El trabajo de Adkins et al. (2017), que compila los pocos estudios cuantitativos que abordan tales materias, concluye que, para las personas en situación de vulnerabilidad, el entorno construido es “poco relevante”, pues la carencia de recursos las obliga a caminar a pesar de las adversidades que puedan encontrar en las calles. Dicho de otra forma, las personas vulnerables parecer caminar “lo mismo” en distancia, tiempo y frecuencia independientemente de las características del entorno construido. Un cuerpo de investigación emergente, no obstante, provee evidencia que muestra que el entorno construido de los barrios socioeconómicamente vulnerables puede no impedir viajes, pero sí puede afectar la experiencia de la caminata y transformarla en un recordatorio de cuán marginados se encuentran en sus sociedades ( Benediktsson, 2018 ; Bostock, 2001 ).
En Latinoamérica, el interés por el entorno construido ha aumentado significativamente en las últimas décadas (2000-presente, ver Valenzuela-Montes y Talavera-García ,2015 ), explorando los impactos que tiene en la salud de las personas (Gómez et al., 2010) el uso del transporte público (Vergel-Tovar & Rodríguez, 2018) y los viajes que realizan grupos históricamente vulnerados como niños, niñas y adolescentes ( Waintrub, 2018 ) y personas mayores (Herrmann-Lunecke et al., 2022 ). Los hallazgos, sin embargo, son diversos. Algunos trabajos indican que expresiones del miedo (crimen, tráfico vehicular) le restan relevancia a atributos del entorno construido usualmente asociados con barrios caminables (Arellana et al., 2020 ). Otros autores sugieren que la provisión de infraestructura peatonal de calidad es clave para fomentar la caminata (Hermida et al., 2019 ). En tanto que un tercer grupo de estudios indica que el entorno construido afecta la caminata directa (p. ej. veredas inadecuadas que dificultan los desplazamientos) e indirectamente (p. ej. miedos reflejados en fachadas vandalizadas) (Figueroa et al., 2019 ; Herrmann-Lunecke et al., 2020b; Herrmann-Lunecke et al., 2022; Waintrub, 2018 ).
En comparación con la literatura que aborda el entorno construido, el cuerpo de estudios que indaga en las relaciones entre dimensiones de la esfera social y la caminata es más pequeño, está mucho menos sistematizado y más orientado hacia la seguridad. Las redes sociales de las personas parecen incentivar la caminata si son diversas y extensas (Herbolsheimer et al., 2017 ; Shelton et al., 2011). Las características de las comunidades han sido observadas principalmente en estudios sobre niños, niñas y adolescentes e indican que vecindades cohesionadas pueden generar ambientes seguros y propicios para la caminata y otras formas de movilidad activa (Crawford et al., 2017; Prezza et al., 2001; Wolfe & McDonald, 2016;). Las interacciones que ocurren en las calles han sido exploradas en trabajos sobre familiaridad que sugieren que reconocer caras, patrones y lugares otorga certezas y disminuye miedos (Blokland & Nast, 2014; Felder, 2021 ; Link et al., 2022). Mientras que otros trabajos aluden a que personas con hijos, minorías y mujeres tienden a caminar menos (Hilland et al., 2020). En relación con este último punto, los trabajos que estudian los desplazamientos de las mujeres que habitan las ciudades latinoamericanas indican que las labores de cuidado y del hogar reducen fuertemente sus tiempos, restringiendo las caminatas, el contacto con el espacio público y aumentado los miedos (Alcaíno y Gutiérrez, 2005; Figueroa y Forray ,2015 ). Otros trabajos avanzan más allá y apuntan a que las tareas de cuidado están profundamente imbricadas en la vida cotidiana de las mujeres, moldeando sus desplazamientos de muchas maneras distintas ( Jirón y Gómez ,2018 ; Olivares et al., 2022; Osorio-Parraguez et al., 2021).
Métodos y materiales
Diseño y análisis
Para alcanzar el objetivo delineado anteriormente, este artículo reporta los resultados de una investigación secuencial cuya primera etapa implicó la realización de “entrevistas móviles” o conversaciones guiadas en las que el investigador acompaña al participante en un recorrido cotidiano (Jones et al., 2008 ). Por sus múltiples ventajas, un número creciente de autores utiliza las entrevistas móviles como método para recolectar información sobre caminata y, más en general, sobre movilidad. En el caso chileno, han sido empleadas en numerosos trabajos, incluyendo Jirón y Gómez (2018 ), Figueroa et al. (2019) y Herrmann-Lunecke et al. (2022). Se invitó a residentes de tres barrios vulnerables de Santiago a caminar y conversar sobre 1) la trayectoria de sus barrios; 2) las actividades que realizan u observan en sus espacios públicos; 3) los aspectos del entorno construido que les parecen significativos; y 4) las acciones que realizan mientras caminan. Al finalizar la caminata, se les mostraron tres imágenes de lugares que les eran desconocidos para conversar sobre las cosas en las que ponen atención cuando circulan a pie por espacios con los que no están familiarizados.
Las conversaciones fueron guiadas por un temario semiestructurado, grabadas en audio, transcritas en un procesador de texto y secuencialmente importadas al software de análisis de datos cualitativos NVivo (versión 11). En el software, las transcripciones fueron analizadas utilizando herramientas que permiten asignar códigos (etiquetas descriptivas) a fragmentos significativos y visualizar simultáneamente todos aquellos que, por tener similar contenido, recibieron la misma etiqueta. Los fragmentos codificados variaron de cortas frases a complejas interacciones entre los participantes y el investigador y, dependiendo de su contenido, pudieron haber sido clasificados bajo uno o más códigos.
Los códigos “emergieron” de las transcripciones y las notas de campo tomadas durante las entrevistas siguiendo una aproximación orientada al descubrimiento, es decir, un acercamiento inductivo que persigue indagar en los datos sin teorías preconcebidas relevantes (Fossey et al., 2002 ). Luego fueron agrupados en categorías mayores, buscando identificar relaciones, patrones y omisiones en las narrativas de los entrevistados. Como muestra la Figura 1 , el análisis culminó con la identificación de ocho elementos o aspectos del entorno construido que influyen en la caminata y 19 actividades que ocurren en el espacio público; cinco de carácter recreativo, cinco descritas como formas de disputar el uso de las calles a grupos antisociales y nueve ilícitas ( Figura 1 ). Adicionalmente, se identificaron 14 aprendizajes adquiridos y pulidos a través de la experiencia o habilidades que las personas despliegan al caminar; 12 que han sido descritos en trabajos existentes ( Hodgson, 2012 ; Ingold, 2011; McFarlane, 2011; Sennett, 2008) y dos habilidades que, hasta la fecha de escritura de este artículo, aún no habían sido detectadas en la literatura (habilidades 2.2 y 3.4 en Figura 1 ).
En este análisis se detectaron también dos metanarrativas o creencias que actúan como verdades absolutas y que, por lo tanto, no son cuestionadas de manera consciente por los entrevistados (Bruce et al., 2016 ). Estas metanarrativas indican que el narcotráfico y el consumo de sustancias ilícitas son problemas generalizados de la sociedad y de las ciudades chilenas, y que la comunidad local es la principal entidad responsable de la mantención del espacio público.
En paralelo a las entrevistas móviles, también se observaron las dinámicas de los espacios públicos de los barrios (observación no participante) y se catastraron atributos físicos significativos (p. ej. trama urbana). Luego, con los resultados de las tres herramientas, se diseñó una nueva entrevista semiestructurada en donde se le presentó a los participantes la imagen del lugar desconocido que más aprehensiones generó durante las entrevistas móviles (escenario base) y otras tres que mostraban mejoras sucesivas de este (escenarios 1, 2 y 3). Posteriormente, se les mostraron aleatoriamente 19 siluetas que representaban las actividades que fueron detectadas en el análisis de las entrevistas móviles y se les solicitó superponerlas en los escenarios donde ellos creen que ocurren, teniendo la opción de superponer cada silueta en uno o más escenarios, o en ninguno de ellos. Con las siluetas superpuestas se les consultó si caminarían por cada escenario y las precauciones que tomarían. Igual que las entrevistas móviles, las entrevistas semiestructuradas fueron guiadas por un cuestionario con preguntas abiertas, grabadas en audio, transcritas, importadas al software NVivo y analizadas siguiendo una aproximación orientada al descubrimiento.
Todas las imágenes utilizadas fueron impresas en escala de grises para evitar sesgos asociados al color. Asimismo, tanto en las entrevistas móviles como en las que involucraron el uso de escenarios ficticios se emplearon estrategias para asegurar la credibilidad de los datos recogidos y del análisis. Los cuestionarios que guiaron ambas herramientas contenían preguntas guía relativamente abiertas y una serie de otras de seguimiento para 1) aumentar su compromiso con la conversación (prolonged engagement); 2) permitirles a los participantes desarrollar ideas; y 3) explorar temas emergentes que podrían ser relevantes. En ambas entrevistas, se observó persistentemente y se registró en notas de campo el comportamiento de los participantes (p. ej. lenguaje corporal, tonos de voz). Mientras que en las entrevistas móviles también se reconocieron las interacciones (p. ej. contacto visual, conversaciones) que naturalmente ocurrieron entre los participantes y las personas que estaban presentes en las calles al momento de realizar la caminata. Durante el análisis, se revisaron constantemente los datos (observación persistente) y se refinaron a través del contraste con las otras herramientas empleadas y reuniones de triangulación con otros investigadores que trabajan la materia.
Reclutamiento y casos de estudio
El reclutamiento de participantes para las entrevistas móviles fue realizado mediante informantes clave (p. ej. líderes vecinales) a quienes se les solicitaron datos de contacto de personas que podrían estar interesadas en participar. Estas fueron conectadas por el investigador y, en caso de recibir una respuesta favorable, entrevistadas. Siguiendo este procedimiento se alcanzaron 32 participantes que residían en tres barrios distintos de Santiago ( Figura 2 ). Referidos en adelante con letras (A, B y C) y no por sus nombres para no reproducir los estigmas que sufren, los tres barrios están clasificados como zonas prioritarias y/o han sido intervenidos por programas de regeneración urbana por sus bajos niveles de inversión y el alto deterioro socioespacial (Ministerio de Vivienda y Urbanismo [Minvu], 2012). En el caso de las entrevistas semiestructuradas, se contactó a aquellos que participaron en las entrevistas móviles y se les solicitó el contacto de algún vecino que podría estar interesado en colaborar con la investigación 1 . Debido al bajo número de participantes reclutados en el Caso B-1 2 , se agregó un cuarto barrio (Caso B-2) con características similares. Como muestra la Figura 2 , se reclutaron 41 participantes que residían en barrios que poseen morfologías urbanas distintivas y que representan momentos significativos de las políticas de vivienda social chilena. En detalle:
Caso A (1967): barrio construido en democracia y bajo la política incremental “Operación Sitio” (1965-1970) que otorgaba un sitio demarcado y conectado a servicios básicos (agua, saneamiento) en el cual las familias podrían construir sus viviendas con sus propios medios. Es un barrio dominado por la autoconstrucción, cuyo abundante espacio público fue lentamente consolidado por la comunidad y con la intermitente colaboración del Estado. Su forma urbana es compleja, teniendo equipamientos y áreas verdes en el centro geométrico del barrio y en cada de una de las cuatro subunidades en las que se divide. Los residentes originales provenían mayoritariamente de asentamientos irregulares, estaban organizados en juntas de vecinos (organización comunitaria representativa) y participaron activamente en el proceso de consolidación del barrio (Minvu, 2004).
Caso B-1 (1987) /Caso B-2 (1982): ambos barrios fueron construidos durante la dictadura cívico-militar (1973-1990) que delegó la construcción de viviendas económicas a agentes privados y por el Programa de Vivienda Básica que entregó a las familias viviendas terminadas y barrios con infraestructura. Están compuestos por sitios de menos de 65 m2 que se encuentran casi completamente ocupados por ampliaciones autoconstruidas que buscaron compensar las reducidas dimensiones de las viviendas originales (menos de 40 m2). En ambos barrios, el espacio público es escaso, tiene pocos equipamientos al interior y sigue un esquema de “espina de pez” o “peine”, en donde una serie de calles menores (algunas sin salida) convergen en una de mayor magnitud. Las familias residentes de ambos barrios recibieron subsidios individuales, sin existir organización previa (Minvu, 2004).
Caso C (1998): barrio construido luego del retorno a la democracia (1990) por una nueva versión del Programa de Vivienda Básica. Posee viviendas de más de 60 m2 y sitios que superan los 78 m2, y que están parcialmente ocupados por ampliaciones. Como los casos B-1 y B-2, este barrio sigue un esquema de espina de pez y no posee equipamientos relevantes al interior. Sus habitantes recibieron subsidios individuales y no estaban previamente organizados (Minvu, 2004).
Las próximas secciones contienen los principales hallazgos obtenidos de la investigación recién descrita. Con el fin de ejemplificar y profundizar en algunas temáticas, las secciones contienen mapas construidos con el catastro realizado en terreno y fragmentos de las entrevistas móviles y de las semiestructuradas, acompañados por identificadores generales (sexo, edad, barrio de residencia del participante). Finalmente, la investigación, sus protocolos y resguardos fueron visados por el Faculty Research Ethics Committee de University of Leeds. Como el anonimato no podía ser completamente asegurado durante las entrevistas móviles (caminata en el espacio público), el consentimiento informado contenía cláusulas especiales advirtiendo a los participantes que podrían ser reconocidos por otros mientras se realizaba la actividad.
Principales hallazgos
La complejidad de la caminata en barrios vulnerables
Todas las personas que participaron en la investigación indicaron que caminan regularmente en los barrios en los que residen para alcanzar paradas de buses, realizar compras en el comercio local o utilizar los equipamientos, especialmente escuelas y centros de salud, que se ubican en las cercanías de sus hogares. Una minoría también camina para encontrarse con otros, recrearse, rememorar el pasado o mejorar su condición física. La caminata fue usualmente descrita por los participantes como una actividad esencial para acceder a las oportunidades que se encuentran disponibles en la ciudad. Fue también retratada como una práctica que evoluciona en el tiempo de acuerdo con las experiencias personales, las vivencias de familiares y conocidos y las condiciones socioespaciales que enfrentan cotidianamente en barrios, las que fueron caracterizadas de manera consistente como poco amigables con los peatones.
Aquellas personas que residen en los barrios construidos durante las décadas de 1980 (casos B-1 y B-2) y 1990 (Caso C) indicaron que las condiciones de los espacios que atraviesan caminando cotidianamente no son adecuadas. Las veredas, por ejemplo, fueron retratadas por los residentes como angostas, discontinuas y plagadas de obstáculos ( Figura 3 ). Las personas que viven en el barrio construido en la década de 1960 (Caso A) afirmaron que los espacios peatonales por los que circulan son amplios, pero se encuentran deteriorados por el paso del tiempo y la falta de inversión ( Figura 3 ). Participantes de los cuatro barrios afirmaron, además, que los estándares que posee el entorno construido de las zonas de mayores ingresos de la ciudad (veredas amplias, bien mantenidas) no son posibles de alcanzar en los lugares en los que residen o en cualquier otro producido bajo el amparo de las políticas de vivienda social chilenas, pues, desde su punto de vista, el Estado tiene poco o nulo interés en su bienestar.
Las referencias al Estado fueron escasas durante las entrevistas, y aparecieron casi exclusivamente cuando se les preguntaba directamente a los participantes por su rol y relevancia, siendo constantemente caracterizado como un actor en el que no se puede confiar. La comunidad local fue, como una de las metanarrativas identificadas, consistentemente representada como el agente que vela por el espacio público y, más ampliamente, por del devenir del barrio. No obstante, los participantes indicaron que sus comunidades se encuentran debilitadas (Caso A) o altamente fragmentadas (casos B-1, B-2 y C) y no tienen las capacidades para resolver o enfrentar los muchos problemas que afectan sus caminatas.
La mayoría indicó que ha debido “aprender” a caminar para lidiar con las dificultades que encuentran en las calles de sus barrios. Así, sus narraciones evidenciaron que al hacerlo despliegan numerosas habilidades para negociar el espacio público con otros, reducir riesgos cuando comparten la calle con vehículos en movimiento, construir familiaridad, ser menos visible, leer el entorno, orientarse en el territorio, sincronizar los viajes con los tiempos de la vida cotidiana, utilizar tecnologías y reproducir el conocimiento que se encuentra disponible en las redes personales. Aquellas habilidades mostraron lo exigente que puede llegar a ser moverse a pie en un barrio vulnerable y, además, las profundas diferencias que existen entre las caminatas que realizan los hombres y las mujeres.
Los participantes hombres tendieron a descansar más en aquellas habilidades que involucran el cuerpo, describiendo comportamientos que han aprendido para parecer más seguros de sí mismos (caminar mirando siempre hacia el frente), verse más imponentes (caminar erguidos sin modificar el paso) o encontrar compañía entre extraños (establecer contacto visual con otras personas). Las participantes mujeres tratan de ser menos visibles (cruzar de una vereda a otra para evitar personas) y recurren con frecuencia a habilidades ligadas a la sincronización de tiempos y rutinas. Estas habilidades son clave para socializar (caminar acompañadas), encontrar seguridad (coordinar puntos de encuentro) y cuidar a aquellos que se cree tienen menos capacidades para manejar las complejidades del espacio público (niños, adolescentes). Una participante, por ejemplo, indicó que cada vez que su hijo regresa al hogar en horas de la noche lo va a buscar al paradero del servicio de bus. Su hijo le avisa por teléfono cuando va a iniciar el viaje, ella calcula cuánto va a demorar en llegar al barrio y va luego caminando al paradero del bus. La participante trata de llegar justo, pues, si llega a destiempo, ella o su hijo tendrán que esperar solos en un paradero que se cree peligroso.
Como sugieren diversos autores ( Figueroa y Forray ,2015 ; Jirón y Gómez ,2018 ; Olivares et al., 2022), el cuidado de otros y también del hogar fue caracterizado por las participantes como una labor que moldea muchos aspectos de sus vidas cotidianas, incluyendo sus patrones de movilidad y caminatas. Muchas lo hacen para resolver las necesidades del hogar, realizar las compras y los trámites que lo sustentan (pago de cuentas, petición de horas médicas, entre otros). Otras mujeres entrevistadas agregaron que sus caminatas están subordinadas a los tiempos y las rutinas de otras personas, usualmente niños, niñas y adolescentes en edad escolar. Mientras que un tercer grupo experimenta restricciones aún más severas, afirmando que, ante la ausencia de servicios o redes de apoyo, han renunciado a sus trabajos y permanecen en el hogar para cuidar a una tercera persona (usualmente menores y personas mayores), encadenando viajes (p. ej. realizar compras luego de dejar a un menor en el colegio) o limitando sus caminatas a lo que se considera estrictamente necesario (compras, viajes de compañía a la escuela/centro médico). Esta tendencia a la inmovilidad fue común entre las participantes mujeres y tiende a reforzarse aún más por gran temor que les provoca caminar por los espacios públicos de los barrios en los que residen:
[Si] me mandan a comprar sola, yo no voy […] no me gusta ir sola, tiene que ir mi papá o mi hermano. (Mujer, 20 años, Caso C)
El miedo a circular, ocupar y permanecer en el espacio público emergió tanto en las respuestas de los hombres como de las mujeres. Los participantes de los casos construidos en las décadas de 1980 y 1990 (casos B-1, B-2 y C) lo describieron como un problema que los acompaña desde que llegaron a sus barrios y que se agudizó paulatinamente a medida que se construían nuevos conjuntos de vivienda en los terrenos agrícolas localizados en el entorno inmediato. Los participantes del caso construido en la década de 1960 (Caso A) caracterizaron el miedo al espacio público como un inconveniente reciente, que se ha agravado por el creciente número de personas extrañas que frecuentan el barrio. Como se detallará en las próximas secciones, este miedo y otras aprehensiones tienen un correlato con algunas dimensiones de la esfera social y atributos del entorno construido y las maneras en que moldean las caminatas que ocurren en los barrios relegados de Santiago.
Esfera social
Los relatos recogidos en ambas entrevistas evidenciaron que las personas se han acostumbrado a caminar en lugares hostiles. Las respuestas obtenidas sugieren incluso que tal hostilidad se ha enraizado en los imaginarios de algunos participantes que creen que todos los lugares de la ciudad son igualmente peligrosos para caminar. Otros afirmaron estar poco familiarizados con lugares con atributos físicos y sociales distintos a los de los barrios en los que residen y argumentaron que no sabrían cómo actuar ni que esperar al caminar por ellos. Reflejando los claros patrones de segregación social-espacial de Santiago, este último grupo estuvo conformado por personas que rara vez caminan por lugares con entornos construidos en mejores condiciones y que poseen redes sociales pequeñas, homogéneas y territorialmente compactas:
No, al menos yo, no me gusta conversar […]. No salgo mucho y no tengo muchas amistades tampoco porque tampoco me gusta. Prefiero mantenerme encerradita y segura. (Mujer, 49 años, Caso C)
La influencia de las redes sociales sobre la caminata emergió en muchas formas durante las entrevistas, a pesar de que no se consultó directamente por la temática. Personas que, como la participante del fragmento anterior, se consideraban a sí mismas como de “pocos amigos” tendían a expresar un temor desproporcionadamente alto al caminar. Desconfiaban de la mayoría de las personas con las que se encontraban en las calles, pues sus redes relativamente homogéneas (individuos que comparten estilos y trayectorias de vida) no les permitían habituarse con la diversidad de comportamientos y apariencias que se observan en el espacio público. Solían calificar a los desconocidos o las personas amenazantes como habitantes de otros barrios, ya que sus redes eran comúnmente pequeñas (pocas personas) y rara vez excedían los límites de la calle o pasaje en el que residían. Además, tendían a realizar pocas caminatas que tuvieran como propósito encontrase con amigos o conocidos y, con frecuencia, indicaban que aquellos viajes eran dispensables. En contraste, los participantes que tenían redes más diversas y extensas expresaban menos temor. En numerosas ocasiones señalaron que algunas de las personas que usualmente son vistas como amenazantes son individuos amables y tranquilos que han tenido trayectorias de vida distintas a lo que se considera la norma. Las redes más extensas también se traducían en caminatas más largas y con destinos que fortalecían sus redes y capital. Una participante relató, por ejemplo, cómo conocer a una persona que no reside en las inmediaciones de su hogar le ayudó cruzar lugares que consideraba peligrosos y a familiarizarse con un sector que antes le era desconocido.
La familiaridad con los patrones y ritmos del espacio público (p. ej. horarios en que se ve gente) y con las caras de las personas que frecuentan los lugares ocupó un rol central en las narrativas de los participantes. Todos indicaron que se sienten más seguros al caminar por lugares con los que están familiarizados, pues creen saber cómo negociar con otros, evitar o desescalar conflictos y actuar en caso de emergencia (p. ej. lugares en los que pedir ayuda). La mayoría también afirmó que camina de otra forma cuando lo hace por sitios desconocidos o en horarios con los que están poco familiarizados, tomando más precauciones (p. ej. guardar objetos de valor), desplegando otras habilidades (p. ej. inferir cualidades del barrio en los atributos del entorno), y buscando establecer vínculos con aquellas personas que se encuentran presentes en las calles:
Yo por lo general salgo como a las seis, diez para la seis y […] al pasar por la plaza, siempre pongo cuidado. Miro para allá, miro para acá… que no haya nadie… alguien sospechoso […]. Cuando veo que sale gente [me quedo] tranquilo, porque veo que uno no está solo.
Ahí sale el compadre, ese va a trabajar… el aspecto de la persona [con el] que va… con su bolsito, su mochila, la forma de ser [te lo dice]. No sé, ese compadre va a trabajar así que vamos bien, ya no vamos solos, uno lo dice por él y por uno igual. (Hombre, 59 años, Caso B-1)
Los resultados del análisis de las entrevistas indicaron que tener vínculos es clave al momento de caminar por barrios vulnerables. Como ilustró el fragmento anterior, y en línea con los hallazgos de otros trabajos (Figueroa et al., 2019 ; Link et al., 2022), los vínculos de familiaridad que se construyen con aquellos con lo que se comparten rutinas otorgan seguridad. Las relaciones cercanas (p. ej. familiares) pueden proveer de compañía para atravesar los muchos lugares complejos que existen en los barrios, cuando se debe salir a caminar en horarios poco habituales o cuando la luz natural escasea (noches y mañanas). La compañía no necesariamente es física, también puede darse a través del uso de nuevas tecnologías como GPS o teléfonos celulares. Una participante, por ejemplo, indicó que cada vez que atraviesa un lugar oscuro y solitario llama a su pareja y, luego de notar que la llamada fue contestada, guarda su teléfono celular. No habla con su pareja mientras cruza el lugar que la atemoriza, sin embargo, saber que será escuchada si algo le llegase a ocurrir le da calma. Los vínculos vecinales, por último, parecen disminuir el sentimiento de abandono y soledad que envuelve muchas de las experiencias narradas.
Participantes de todos barrios señalaron que tener vínculos en el barrio los hace sentir que pertenecen a la comunidad y que comparten aspiraciones de vida con otros, mejorando significativamente la experiencia de la caminata. Aquella situación se registró con frecuencia en el caso de mayor antigüedad (Caso A) en donde los participantes indicaron que sus caminatas y, particularmente, las que realizan para recrearse son gratas porque lo que ven en las casas y el espacio público les recuerda que sus vidas cotidianas ocurren en compañía de vecinos con los que se comparten anhelos y al amparo de una comunidad que, a pesar de los años que han pasado desde los inicios del barrio, aún permanece cohesionada:
Siempre salgo con mi compañía, que es mi señora esposa, y camino con ella, confiado por todos lados. Nos vamos fijando, vamos comentando “mira aquí vivía tal persona”, como dando una reseña de la población […], conversando sobre el avance […], comentando los paisajes que tenemos. (Hombre, 59 años, Caso A)
Relatos como el anterior, no obstante, fueron escasos en los barrios construidos con posterioridad. Las personas que residían en los casos B-1, B-2 y C con frecuencia señalaron que al salir a caminar se sienten solos, pues ven reflejado en el entorno construido lo poco que comparten con sus vecinos y lo debilitadas que están sus comunidades.
Entorno construido
El entorno construido fue transversalmente descrito como un espejo de las comunidades. La evidencia recogida tanto en las entrevistas móviles como en las semiestructuradas mostró que el deterioro y la acumulación de basura y escombros en las calles reflejaba comunidades poco cohesionadas y la presencia en el barrio de individuos que tienen poco interés en el bienestar de los demás. Estas condiciones ambientales fueron señaladas como factores que no necesariamente impiden la caminata, pero que sí empeoran la experiencia, pues, como articuló una de las participantes, “da rabia ver la basura en la calle” (mujer, 54 años, Caso C).
El nivel de transparencia de las fachadas y los cierres fueron descritos como indicadores del control que tienen las comunidades sobre el espacio público de sus barrios. Calles flanqueadas por fachadas y cierros impermeables fueron descritas como lugares en los cuales la comunidad residente se ha replegado por miedo en el espacio privado y ha dejado lo público en manos de grupos que realizan actividades ilícitas (pandillas, narcotraficantes). Por el contrario, barrios en donde las fachadas y los cierros son, en su mayoría, transparentes fueron representados como lugares habitados por comunidades que mantienen cierto control sobre el espacio público y que no se encuentran encerradas al interior de las viviendas.
La asociación entre fachadas y control del espacio público resultó ser particularmente relevante cuando se debe atravesar lugares con los que no se está familiarizado, formando parte de un amplio repertorio de señales ambientales que, tal como señalan Koskela y Pain (2000 ), son utilizadas por las personas para inferir lo que puede ocurrir en los espacios públicos por los que caminan. Así, además del nivel de transparencia de las fachadas y los cierros, se indicó que las demarcaciones (p. ej. zapatos colgados en el tendido eléctrico) son indicios de conflictos territoriales que pueden estallar inesperadamente. La propiedad pública vandalizada (p. ej. luminarias destruidas) evidencia la presencia de grupos que buscan hacer menos atractivos los lugares para poder realizar actividades ilícitas (p. ej. tráfico y consumo de drogas). Las ampliaciones de viviendas que ocupan irregularmente el espacio público fueron representadas como resultado de grupos que no se preocupan del bien común y que podrían no respetar a los que transitan a pie. En tanto que la presencia de comercio local fue caracterizada como una señal de niveles bajos de crimen:
La gente viene a invertir [al barrio], de allá vienen a invertir en hacer negocios acá, porque saben que aquí no pasa nada […]. El hecho de tener comercio, harto comercio, indica que el barrio es seguro. (Hombre, 34 años, Caso A)
Los relatos de las personas mostraron que sus caminatas están, en cierto grado, moldeadas por estas señales ambientales. A pesar del miedo que causan las altas velocidades que alcanzan los vehículos en los barrios estudiados, algunas personas prefieren caminar por las calzadas cuando se aproximan a lugares cuyas señales les indican que podrían estar ocurriendo actividades potencialmente peligrosas. Otros cambian el paso (caminar más lento o rápido), realizan pequeñas alteraciones en sus rutas (cambiar veredas) o no miran hacia atrás o hacia los costados cuando atraviesan lugares con señales negativas. Mientras que un tercer grupo, conformado principalmente por personas que han tenido experiencias traumáticas en las calles, no cruza lugares cuyos entornos construidos señalen peligros. Ellos realizan largos desvíos y tratan de no repetir sus rutas para impedir que otras personas se familiaricen con sus rutinas y horarios:
Si puedes cambiar el camino… yo lo hago […]. Es un poquito más largo [el camino], pero… sí, yo cambio [la ruta] porque tú tampoco te puedes meter siempre con las mismas personas. (Mujer, 45 años, Caso C)
Los participantes, sin embargo, fueron cautos al momento de describir los significados de las señales ambientales. Fue común en las entrevistas que se señalara que las cualidades de las comunidades tardan un tiempo en verse reflejadas en el entorno construido, enfatizando lo “ciegos” que pueden llegar a sentirse al caminar por barrios recientemente inaugurados. Muchos participantes agregaron que en esos casos extrapolan las convenciones que delimitan las caminatas en sus barrios y, particularmente, lo que creen que es “normal”.
La normalidad, es decir, lo que las personas consideran habitual o corriente, emergió numerosas veces como una de las convenciones que más impacto tiene en las caminatas pues, por un lado, acota los horarios en los que las personas creen es apropiado ocupar el espacio público y, por otro, influencia la forma en que perciben a aquellos con los que se encuentran en las calles. Al respecto, la evidencia recogida sugiere que la normalidad es acotada en los conjuntos construidos en las décadas de 1980 y 1990 (casos B-1, B-2 y C), todos eminentemente residenciales y con limitada conectividad ( Figura 4 ). La mayoría de los participantes de estos barrios indicó que espera ver gente circulando u ocupando las calles en la mañana y en las tardes, yendo o regresando del trabajo, de colegios o de instituciones de educación terciaria. El resto del día esperan encontrar las calles relativamente vacías, porque, en sus narrativas, la mayoría de los residentes se encuentra fuera del barrio y los extraños no debiesen tener motivos para ingresar a un lugar que no conecta con otros significativos. El argumento avanzó más allá en las respuestas de algunos participantes que afirmaron que los extraños tampoco debiesen permanecer en los espacios públicos, pues no hay mucho que hacer en un barrio que no tiene ni servicios ni equipamientos en su interior.
Esta comprensión de la normalidad, sumada a lo que gente denominó actitudes sospechosas (p. ej. caminar lento observando viviendas), tendía a alimentar la desconfianza hacia aquellas personas que, por distintos motivos, caminan o permanecen en las calles en horarios inesperados. Estas fueron comúnmente caracterizadas como ligadas a actividades ilícitas (p. ej. tráfico de drogas) o a malhechores que están buscando oportunidades para cometer un crimen, incrementando el miedo hacia los otros y dificultando las caminatas.
Las respuestas de los residentes del barrio más antiguo (Caso A), nuevamente, fueron distintas. Estos indicaron consistentemente que consideran normal ver vecinos o personas desconocidas en las calles durante todo el día y parte de la noche (hasta cerca de las 10:00 p. m.). En sus respuestas, los equipamientos y servicios presentes en el barrio y en el transporte público que circula través de él, sumado a la buena conectividad, siempre han atraído personas que viven en el entorno. A esto se suma la alta familiaridad entre los vecinos que ha alimentado desde los inicios la vida de las calles.
Discusión
Con relación a la caminata, las narrativas de los participantes coinciden con conceptualizaciones desarrolladas en la década pasada (Ingold, 2011; McFarlane, 2011) que indican que esta es una actividad compleja, pulida por la experiencia personal y que se apoya en habilidades que les permiten a las personas “negociar” el espacio urbano. El uso de las habilidades reflejó claros patrones de género y, coincidiendo con diversos trabajos ( Jirón y Gómez ,2018 ; Olivares et al., 2022; Osorio-Parraguez et al., 2021), evidenció la relevancia que tiene el cuidado de otros en las caminatas que realizan las mujeres. Los datos recogidos también mostraron que las personas han aprendido a hacerlo en condiciones adversas, en calles que no son amigables con los peatones y rodeados de miedos que reflejan simultáneamente aspectos sociales y físicos de los barrios.
Coincidiendo con diversos trabajos (Herbolsheimer et al., 2017 ; Shelton et al., 2011), la diversidad y extensión de las redes sociales influencian las maneras en que: 1) las personas perciben a aquellos con los que se encuentran en las calles mientras caminan; 2) la disposición a realizar viajes a pie con propósitos sociales (p. ej. encontrarse con amigos); y 3) la extensión de los territorios con los que están familiarizados y que se consideran “caminables”. En la misma línea, tener vínculos otorga: 1) seguridad en el espacio público (vínculos de familiaridad pública); 2) compañía para atravesar lugares complejos (vínculos cercanos); y 3) puede disminuir el sentimiento de soledad y abandono que, según la literatura disponible ( Benediktsson, 2018 ; Bostock, 2001 ), acompaña a los viajes a pie que se realizan por barrios socioeconómicamente vulnerables (vínculos vecinales).
El entorno construido tiene impactos en la caminata que se extienden más allá de la deficiente infraestructura peatonal de los barrios vulnerables de Santiago. Así, los datos mostraron que este se encuentra íntimamente ligado con la esfera social, siendo a menudo descrito como un espejo de las comunidades que puede 1) afectar la experiencia de la caminata (p. ej. deterioro del espacio público) y 2) ser una señal de riesgo que modifica el comportamiento de las personas (p. ej. marcas territoriales). La evidencia recogida también mostró que la diversidad de usos de suelo y la conectividad afectan lo que las personas creen que es normal. Estos hallazgos coinciden con estudios que indican que el miedo moldea muchos aspectos de las caminatas que realizan las personas que habitan las ciudades latinoamericanas (Arellana et al., 2020 ). Al mismo tiempo, refuerzan las conclusiones alcanzadas por Næss (2015 ) y otros autores latinoamericanos (Figueroa et al., 2019 ; Herrmann-Lunecke et al., 2020a; Herrmann-Lunecke et al., 2022; Waintrub, 2018 ) que sugieren que el entorno construido tiene impactos multidimensionales en los viajes de las personas. Los resultados de la investigación, no obstante, contradicen concepciones tradicionales (Adkins et al., 2017 ) que indican que el entorno construido es poco relevante para las caminatas que ocurren en condiciones de vulnerabilidad socioeconómica.
A nivel de barrio, los datos mostraron que la trayectoria de los barrios importa y que existen profundas diferencias de acuerdo con la política que los originó. Los residentes de los barrios construidos en dictadura, en 1987 (Caso B-1) y en 1982 (Caso B-2) y luego del regreso a la democracia, en 1998 (Caso C), consistentemente indicaron que tienen mayores dificultades para caminar. Redes pequeñas y la ausencia de vínculos de distinta naturaleza tendieron a empeorar las caminatas. A esto se suma la carencia de equipamientos al interior y la limitada conectividad que tiende a reducir lo que se considera normal y a alimentar la desconfianza hacia las personas que se encuentran presentes en las calles. El barrio construido durante la década de 1960 (Caso A), bajo políticas de vivienda incremental, siempre fue descrito como un mejor lugar para caminar. Las redes y los vínculos originados en los procesos participativos que dieron origen al barrio aún persisten y otorgan, en un sentido amplio, compañía a los peatones. Igualmente, la diversidad de usos y la conectividad del barrio tienden a colaborar con la vida del espacio público, disminuir miedos y ampliar la definición de lo que se considera normal.
Finalmente, el análisis de los datos mostró que la caminata en los barrios vulnerables estudiados está fuertemente afectada por los profundos patrones de desigualdad y segregación socioespacial que afectan a Santiago. Las expectativas de las personas son bajas, pues, ante un Estado ausente y comunidades débiles, sus barrios solo pueden decaer. Los patrones de segregación, por otro lado, afectan particularmente las caminatas de las personas que tienen pocas oportunidades de salir de sus barrios de residencia. Para ellos, Santiago es, en su completitud, ingrata y amenazante.
Conclusiones
El artículo buscó explorar las formas en que las caminatas que ocurren en barrios vulnerables son influenciadas por aspectos de la esfera social y atributos del entorno construido. Los resultados mostraron ambas dimensiones del entorno la afectan y sugieren que las estrategias que busquen promover su práctica en barrios socioeconómicamente vulnerables deben ser multidimensionales. Mejoras en el espacio peatonal podrían facilitarla y disminuir la sensación de abandono que producen entornos construidos deteriorados. Cambios en los atributos de este que señalan peligro podrían ayudar a disminuir los miedos que acompañan muchas de las caminatas que ocurren en los barrios vulnerables (p. ej. recuperación de espacios vandalizados). Asimismo, estrategias que vayan en la línea de incorporar equipamientos y servicios a barrios eminentemente residenciales podrían ayudar a ampliar la normalidad y disminuir la desconfianza hacia las personas que se encuentran presentes en el espacio público. Las iniciativas orientadas a fortalecer las comunidades y reproducir vínculos podrían mejorar distintas dimensiones de las caminatas, ayudando a desmantelar creencias enraizadas (p. ej. todos los lugares son inseguros) y a palear los profundos impactos que la segregación y la desigualdad tienen en la vida cotidiana de las personas que habitan los barrios vulnerables de Santiago.
La investigación tuvo numerosas limitaciones. Las entrevistas que se realizaron caminando fueron todas ejecutadas de día, la noche permaneció como una dimensión fuera de los alcances de esta investigación. Ciertos tipos de caminata (p. ej. transportando cargas, acompañando a otros) fueron descritas tangencialmente durante las entrevistas y no fueron exploradas en profundidad. Las estrategias empleadas para reclutar personas (informantes clave, bola de nieve) podrían haber dejado algunas voces sobre y/o subrepresentadas. Mientras que los casos podrían tener particularidades que podrían afectar la generalización de los resultados. Se emplearon numerosas estrategias para aumentar el rigor de la toma de datos y del posterior análisis. Durante las entrevistas, y mediante preguntas abiertas y de seguimiento, se procuró establecer conversaciones que permitieran a los participantes elaborar sus respuestas y reflexionar sobre los temas que ellos consideraban relevantes (prolonged engagement). Durante el análisis, los datos se observaron persistentemente y se revisaron iterativamente en reuniones de triangulación con otros investigadores. Mientras que, para darle más robustez a las conclusiones alcanzadas, se triangularon los hallazgos de las entrevistas con lo registrado en mapas y en la observación no participante. Por último, a lo largo del artículo se describieron exhaustivamente los casos de estudio para permitirle al lector evaluar si los resultados de esta investigación aplican en otros contextos.
Conflicto de interés - Declaración de autoría
El autor no tiene conflictos de interés que declarar.
Cristhian Figueroa-Martínez: Conceptualización, Curación de datos, Análisis formal, Adquisición de fondos, Investigación, Metodología, Administración del proyecto, Validación, Redacción – borrador original, Redacción – revisión y edición.
Resumen:
Introducción
Entorno construido, esfera social y caminata
Métodos y materiales
Diseño y análisis
Reclutamiento y casos de estudio
Principales hallazgos
La complejidad de la caminata en barrios vulnerables
Esfera social
Entorno construido
Discusión
Conclusiones
Conflicto de interés - Declaración de autoría